4.NESSY

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Carly y yo salimos de su mansión riéndonos. Fuimos caminando hasta mi casa. Mi casa era muy grande, al menos eso le hacía parecer el inmenso jardín. Subimos las escaleras rápidamente hasta llegar a mi habitación. Dejé que Carly deshiciese la maleta en cinco minutos. Después nos sentamos en las dos camas que había en la habitación.

Empezamos a hablar sobre lo que haríamos esa noche y el día siguiente. Aquella noche dormiríamos más bien poco, al día siguiente haríamos algo que no hubiéramos hecho últimamente. Todavía teníamos que pensar en ello. Se nos ocurrió que podíamos ir a un restaurante del pueblo a cenar. Carly conocía muchos así que fuimos al que ella quiso.

La terraza estaba adornada con unos farolillos muy luminosos agrupados en guirnaldas que colgaban por la fachada del edificio. Las mesitas eran redondas de color blanco. La mayoría estaban acompañadas por dos sillas también de color blanco. El toldo era de un rojo sangre muy bonito con rayas blancas. Cada mesita tenía una vela aromática con unas flores secas moradas y amarillas como centro de mesa. El interior del restaurante estaba decorado de la misma manera que la terraza, solo que un poco más elegante.

Decidimos sentarnos en la terraza ya que era una noche muy despejada. Se lo dijimos al mesero que nos atendió en seguida. Nos puso en una mesa para dos. Un mantel blanco y rojo cubría la mesa con unos cubiertos de plata y unas servilletas bordadas con las iniciales del local.

Nos trajeron dos copas de mosto blanco, llevaban un pincho con una aceituna. Nos dieron la carta del restaurante y decidimos qué tomar. Miramos la carta una y otra vez sin poder decidir, todo tenía muy buena pinta. Pedimos unos espaguetis con tomate para cada una. Me sentía como en la película de la dama y el vagabundo, pero sin ser perros y siendo mejores amigas.

—¡Me alegro tanto de volver a verte y de cenar contigo!

—Yo también, poder volver a quedar y hacer otra de nuestras míticas fiestas de pijamas es alucinante y reconfortante —contesté sonriendo.

—Tenía demasiadas ganas de volver a hacerlo.

—Y yo.

—Mañana va a ser el mejor día del mundo, ya lo verás. Nos lo pasaremos genial y nos divertiremos como antes. —Me prometió.

El camarero llegó a nuestra mesa muy cargado. Se abrió paso entre nosotras y nos dejó dos trozos de pan y los espaguetis. Nos dijo que si necesitábamos algo más le avisáramos.

Los espaguetis estaban servidos en un plato gigante. Estaban deliciosos, nunca había probado unos tan buenos. Increíble. Para el postre pedimos unas tartas de queso caseras con arándanos. También estaban de rechupete, esa comida parecía de otro mundo, parecía la comida que describía mi madre cuando nos contaba cuentos de hadas. Nos quedamos un rato hablando en la terraza. Resultó que había una verbena y estuvimos allí un rato más.

Volvimos a casa cuando se terminó la música y empezaron a recoger la terraza. Nos lo habíamos pasado muy bien.

Una vez en casa seguimos con nuestro plan de la noche. Era la una y media de la madrugada. Subimos a la buhardilla y Carly empezó a contarme lo que se le había ocurrido hacer el día siguiente. Nos sentamos una enfrente de la otra con las piernas cruzadas y Carly empezó a hablar:

—Si quieres, mañana podemos ir al bosque a dar un paseo y hacer un picnic en alguna pradera. También podemos buscar a ese ciervo mágico que mencionó el otro día Percy.

—¿En serio te lo has creído? —exclamé yo pensando que Carly era idiota.

—No me lo he creído y seguro que no es verdad, pero nunca se sabe. —Dijo ella irónicamente mientras se reía.

—Podemos ir, pero cuando volvamos le decimos a Percy que lo hemos visto —dije yo partiéndome de risa.

—Vale. ¿Qué quieres que comamos mañana en el picnic? —me preguntó cambiando de tema. Yo me quedé pensando un segundo.

—Podemos llevar una tortilla de patata y unos zumos. También cerezas y magdalenas decoradas con fondant. —dije.

—Perfecto, eso es lo que comeremos. —respondió.

Seguimos hablando un buen rato. Después decidimos ver una película. También queríamos palomitas. Bajamos las escaleras de dos en dos. Llegamos a la cocina. Sacamos el maíz necesario para hacerlas en la sartén. Las dos mirábamos en silencio como las palomitas empezaban a estallar. Fui a destapar la sartén sin darme cuenta de que el fuego seguía encendido. Todas las palomitas salieron volando esparciéndose por la cocina. Había palomitas hasta en nuestro pelo. La recogimos una a una tirándolas a la basura y nos decantamos por hacer unas al microondas.

Al fin subimos a mi habitación. Nos acomodamos en las camas para comenzar la película. Nos comimos las palomitas antes de que empezara la trama de la película. Estaban demasiado buenas.

Al final decidimos dormirnos, ya que al día siguiente madrugaríamos para ir pronto al bosque. Antes de ir, teníamos que ocuparnos de la granja para dejarla limpia.

El sol no me dejaba abrir los ojos, me daba totalmente en la cara. Suerte para Carly que estaba tumbada detrás de mí. Cómo una ventana tan pequeña podía dejar pasar tanta luz. Nunca lo entenderé.

Iríamos al bosque a dar un paseo y después comeríamos en una pradera. Bajamos hasta la cocina. Carly se puso a hacer la tortilla de patata y yo las magdalenas. Cuando tuvimos la merienda preparada la metimos en una cestita tapándola con un mantel pequeño.

Salimos al jardín donde estaban los establos. Nos ocupamos de la granja durante un rato. Recogimos los excrementos de los animales, les cepillamos, les dimos de comer...

Empezamos con la excursión.

Estuvimos caminando diez minutos. Nos paramos a la entrada del bosque.

Seguramente la gente que no ha ido nunca al bosque piensa que es un lugar sombrío, fúnebre, solitario, tenebroso, oscuro y lleno de angustia. Que te puedes perder por sus caminos, que dentro de él habitan criaturas aterradoras que pueden despellejarte y dejarte hecho trizas. Criaturas más grandes que una casa que si te enfrentas a ellas solo dejaran huesos.

En realidad, no es nada parecido a eso. Es completamente diferente. Es un bosque luminoso, lleno de paz, alegría, animalitos inofensivos que lo único que harían es sacarte una sonrisa... Qué ganas teníamos de entrar.

Carly me miró con una sonrisa sincera y unos ojos llenos de felicidad. Era la primera vez que visitaba ese bosque al que yo había ido más de cien veces. Se emocionó al verlo lleno de vida y de color. Me atrevería a decir que se le saltaban las lágrimas. Nos pusimos a caminar de nuevo. Cada vez veíamos más animales. Primero vimos una mariposa monarca, era preciosa, batía sus alas con una fluidez delicada, Carly extendió su mano hacia ella. La mariposa se posó en el dedo índice de mi amiga. Carly la miraba maravillada. Empezó a reírse cuando otra mariposa azul se la posaba en la nariz con suavidad. Al final Carly se sacudió con sumo cuidado y se deshizo de las mariposas.

Después vimos un par de conejos blancos, una madre con su cría. Yo saqué unas zanahorias de la cesta y se las tendí para que comieran. La madre se acercó prudentemente para ver si no había peligro, detrás de ella fue la cría. Las dos comieron un poco de la zanahoria.

Carly, mientras tanto, se dedicaba a coger todo tipo de flores. Flores amarillas, rosas, azules, violetas, rojas, naranjas, lilas... Flores aromáticas como lavanda, romero o tomillo. También recolectó la fruta de algunos árboles y arbustos. Algunas manzanas, algunos arándanos y unas pocas moras.

Seguimos el sendero, un camino estrecho rodeado de flora y fauna. Ese era mi camino favorito para llegar a la cascada de las almas perdidas.

Nos metimos por un montón de caminos, todos y cada uno de ellos llenos de recovecos. Al final llegamos. Lo supe en cuanto pude oler ese aire fresco, húmedo, puro. El sonido del agua cayendo también se podía escuchar y el canto de los pájaros era constante. Rápidamente le tapé los ojos a Carly. La llevé hasta la cascada.

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora