11.CARLY

2 0 0
                                    

Issis nos llevaba a todas detrás, como una cadena.

Según nos íbamos adentrando en aquella profunda oscuridad, nuestra visión iba mejorando. Respirar bajo el agua no era difícil, con esas algas era igual que respirar aire, solo que la sensación era diferente porque al principio parecía que respirabas sólido. Se me hacía raro estar sumergida y no tener la necesidad de salir a la superficie para coger aire y seguir buceando. Mentiría si dijera que al principio no estaba asustada, ya sabéis que soy una cuentista y una señora dramas.

Cuando llevábamos medio minuto sumergidas empecé a sentir una sensación de ahogamiento. Era todo producto de mi imaginación, claro. Empezaron a salir burbujas de mi boca y empecé a patalear y gritar. Mientras tanto, Issis, Branwen y Ness me miraban extrañadas. A Issis se le escapó una aguda risita. Lo estaba pasando mal, pero todo era tan raro y yo era tan quisquillosa.

Al final Ness nadó hacia mí y me dio un golpe en la espalda tratando de decirme que todo era una ilusión. Yo paré de dramatizar un segundo y la miré, ahí me di cuenta de que llevaba cinco largos minutos haciendo el idiota y que no pasaba nada.

¿Cuándo dejaré de ser así de teatrera? No lo sé, posiblemente sea por la forma en la que me he criado y la respuesta a la pregunta probablemente sea nunca. Siempre me han tratado como a una reina y me han advertido de peligros que no existían.

Vengo de una familia a la que nunca la ha faltado nada. No la ha faltado dinero, comida, refugio, nada de nada. De hecho, cuando los padres de Ness murieron, mis padres decidieron hacerse cargo de ellas siempre que lo necesitasen o cuando les faltase cualquier cosa. Muchas veces, Katy y mi hermana han hecho fiestas de pijamas juntas, han venido a comer a casa o se han ido de vacaciones con nosotros.

La casa de Ness y Katy no queda muy lejos de la mía, pero son totalmente diferentes. Mi casa es una mansión, técnicamente no lo es, pero es tan grande como una. La de Ness también es muy grande, pero es más rústica. Sin embargo, la mía es muy sofisticada y elegante.

La casa de Ness tiene una granja, allí Ness se ocupa de cuidar sus animales. La mía no tiene nada de eso, pero tiene un salón de actos y fiestas. El jardín de Ness tiene un huerto y unos columpios para Katy. El mío está lleno de rosales y caminos de arena y grava. Lo que decía, diferentes, distintas.

Seguimos nadando hacia abajo un buen rato. De un momento para otro, la oscuridad desapareció y una mar de luz llegó a nosotras.

—Esta es la ciudad de las sirenas, espero que os guste —dijo Issis sonriendo.

Las tres nos quedamos asombradas ante la belleza de aquella ciudad dorada. Estaba llena de luz, de vida, de alegría. Era enorme y estaba llena de gente, mejor dicho, sirenas y tritones.

No sé si se dirá así, pero me gusta más la palabra sirenos. Es mi manera de decir las cosas, yo tengo un vocabulario que es solamente mío. Es algo original que les hace reír a todos.

Cada vez nos acercábamos más a la ciudad. Issis iba a ser nuestra guía, ya que estábamos allí teníamos que aprovechar para visitar aquella maravilla de Erlannis. Entramos por un camino que había entre dos edificios hechos de coral naranja. En esos edificios vivían las sirenas. El ambiente estaba lleno de música y color.

Había todo tipo de sirenas y seres marinos, algunos tenían cola de pez, otros tenían cuatro patas y una larga cola de reptil, otros tenían tentáculos... Las escamas de esos seres eran de todos los colores posibles, con tantos tonos diferentes de cada color deberían de ir muy a la moda sirenil (otra de mis palabras).

Era una explosión de hermosura. Qué bonito era todo. Las sirenas nadaban alegremente entre peces, mantarrayas, tiburones martillo y ballena, totalmente inofensivos para ellos, corales, anémonas y caballitos de mar.

Pasamos por delante del castillo de la ciudad, el rey no se encontraba allí, desapreció junto a los otros representantes. La familia real estaba compuesta por el rey, la reina y sus dos hijas. Ellas se llevaban fatal.

Llegamos a un lugar repleto de seres marinos y de música. Issis nos animó a todas a pasar a la zona de baile. Éramos un poco vergonzosas, pero al final nos fuimos animando una a una. Primero fue Ness, es la más extrovertida de las dos y no la costó nada soltarse y ponerse a bailar. Empezó a mover las piernas como si estuviese caminando y empezó a dar giros y piruetas, resultaba tan fácil debajo del agua.

Branwen se animó unos minutos más tarde y finalmente bailaba con Nessy y con Issis. Las tres se desenvolvían perfectamente en ese ambiente tan fastuoso y agitado. La luz del exterior se reflejaba en todos los accesorios hechos de perlas que llevaban las sirenas a juego con su cola.

Yo aún estaba en una esquina, apartada del festival. No me entusiasmaba la idea de salir a la pista de baile y moverme como una loca descerebrada, no sé bailar, ni antes, ni ahora. Observaba a las chicas bailar como locas, a una distancia prudencial. Lo suficientemente lejos para que nadie me sacase a la pista.

Un olor delicioso llegó a mis fosas nasales, no podía identificar que era, pero mi mente pensó en comida. Comida. Comida rica, buena, extravagante, de rechupete. El hambre se apoderó de mí. Ahora necesitaba llenar mi estómago con algo sólido, no valía ninguna bebida.

Entonces lo vi, vi aquella mesa repleta de manjares que no había visto en mi vida, sentí una necesidad incontrolable de llenar el pequeño monstruo devora-todo que habitaba en mi barriga.

Nadé más rápido de lo que había nadado nunca hasta llegar a la mesa. Era enorme y la comida no parecía acabarse en ningún momento, nada más que alguien cogía algo volvía a aparecer.

Le eché un vistazo a la mesa, un poco por encima. Cada postre y cada aperitivo tenían un color, forma e ingredientes diferentes. Todos parecían muy sabrosos. El primero que quise probar fue un pedacito de pastel. Tenía tres capas, la primera era un bizcocho negro, dentro tenía una crema naranja como el coral y la última capa era más bizcocho negro, de chocolate un poco amargo. Por encima habían espolvoreado azúcar triturado y tenía una pequeña alga seca de color rosa.

Era extravagante, pero estaba delicioso. Cómo disfruté aquella textura tan extraordinaria y raramente extraña. Después de ese trozo de pastel me comí tres tipos diferentes de postres. Ninguno los había visto antes, pero de verdad que estaban buenísimos.

Mientras me comía el cuarto pastel, vi algo que me resulto inusual. Otro chico como yo. No lo digo porque estuviese comiendo tanto, sino porque tenía piernas, era humano o parecido a uno. También tenía esas membranas entre los dedos (a las que todavía no me acostumbraba) y las branquias en el cuello.

Me interesé por adivinar quién era, desde luego no era muy común conocer a alguien como tú en las profundidades de un lago situado en un país de fantasía y lleno de sirenas. 

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora