13.NESSY

2 0 0
                                    

Estábamos a unos mil metros de Elinor cuando Carly divisó una gran muralla de granito. Está se extendía por todo el horizonte. No se veía más que un enorme muro de piedra fría. En el medio de aquella gran pared había una puerta de madera. Luke nos había contado que era madera de Ibiocaí, un árbol con un tronco durísimo.

Esa puerta era inquebrantable, ni con diamante se podía partir. Ni con el metal más duro que existe se podría atravesar. Nos acercábamos cada vez más.

Cuando llegamos nos quedamos asombrados con la altura de aquel muro. Mediría quince metros más o menos. Era muy alto. Mirábamos hacia arriba y nos costaba ver el final. La madera que construía la puerta estaba lijada y tratada perfectamente, era suave al tacto, si se te ocurría dar un golpe te romperías los dedos en trocitos. La puerta no tenía tiradores ni cerradura.

Estaba nerviosa, las amazonas eran seres impresionantes, imponentes, bellas, fuertes... No podía imaginármelas hasta que las vi.

La puerta de madera se abrió de par en par por arte de magia, porque no había ninguna señal de dos portones ni nada de eso. Dos fuertes mujeres aparecieron frente a nosotros. Una de ellas era un poco más mayor, de unos treinta y cinco años, rubia, sus brazos y piernas estaban musculados. Su expresión era nula. Neutral. La otra era también rubia, pero más oscuro, su forma física igual a la de la más mayor.

Esta, en cambio, era más joven, de unos veinte años. Las caras de las dos tenían una media sonrisa que en cuestión de segundos se volvió una inmensa sonrisa. Esta representaba paz y amabilidad. Sí, las amazonas son buenas, primero parecen feroces y peligrosas, pero en su interior hay un alma salvaje que sólo intenta proteger a los demás y darles todo el cariño necesario.

Las dos mujeres se presentaron ante nosotros.

—Yo soy Freya, la protectora de los vientos —dijo la más joven.

—Y yo soy Artemisa III hija de las diosas de la caza —dijo la rubia manteniendo un tono de voz firme y sereno.

—Hola, yo soy Branwen. Hija del hada jefa del grupo cinco —en ese momento me quedé en shock. ¿Cómo que hija de la jefa?

—Buenos días, yo soy Carly, este es Luke y esa chica de ahí que parece enfadada es Nessy, Ness para los amigos —dijo Carly cortésmente.

Luke y yo saludamos tímidamente a las dos amazonas. Estas nos guiaron hacia dentro de la muralla con un simple movimiento de mano. Nosotros nos acercamos hasta estar dentro del muro. Aquel muro que parecía interminable, tanto de alto como de largo. Nada más entrar nos encontramos con un espeso bosque. Estaba repleto de arbustos, las hierbas eran bajas y había árboles de todo tipo. Hayas, castaños, cerezos, robles, nogales, fresnos...

Al ser primavera los colores de las flores destacaban en aquel húmedo césped verde intenso. A parte de flores, los troncos de los árboles estaban rodeados por enredaderas que descendían desde las copas en forma de espiral. Los cantos de miles de pájaros se podían apreciar desde ahí abajo. Y se oía el continuo sonido del movimiento de las hojas a causa del viento.

Luke se mostraba interesado por las armaduras de las amazonas. Estas estaban protegidas por un escudo mágico imperceptible. Aquel brillo dorado de los escudos y las armaduras que llevaban puestas deslumbraban a cualquiera que las mirase. Mentiría si dijera que ninguno deslizó sus ojos por aquellos cuerpos robustos y fuertes.

Las amazonas, que nos habían dejado entrar con nuestros corceles, nos ordenaron montarlos. Ellas llamaron a los suyos con un cuerno de buey. Estos acudieron rápido a la llamada de sus amas. Dos yeguas blancas aparecieron de la espesura del bosque e hicieron una reverencia. Después dejaron que sus amas las montaran.

Empezamos a trotar por el espeso bosque. Branwen empezó a contarles a las amazonas nuestro plan. Teníamos que ir a Adarlan para consultar al gran mago y que nos dijera qué hacer para vencer a Keisha.

Las amazonas escucharon con atención el relato del hada y asintieron. Las dos estaban de acuerdo con nuestro plan. Nos dijeron que nos costaría, pero que si lo lográbamos podríamos vencer a Keisha de una vez por todas y ellas podrían destruir aquel horrible muro que las aislaba del mundo exterior. Ellas empezaron a contarnos curiosidades sobre ese bosque.

Aquel lugar parecía bueno, apacible y para nada peligroso. Lo que no sabíamos era que había criaturas malas y peligrosas allí. Quién iba a pensarlo. Quién iba a pensar que nos encontraríamos con más de una. Nosotras no lo pensábamos. Esa fue una sorpresa que no nos gustó nada, ni un pelo.

Caminábamos un poco cansados, Carly llevaba quejándose una hora de que la dolían los talones, cosa que no me extrañaba. Llevaba puestas unas botas con un tacón gigante. Además, estábamos caminando en un terreno irregular, con altos y bajos, con baches, con pequeñas montañitas y raíces que sobresalían. Normal que la doliese. Me preocuparía si no lo hiciera.

—¿Queda mucho? Estoy cansada y me duelen los talones —dijo Carly amargada.

—Ya nos lo has dicho siete mil ochocientas veces, nos hemos enterado, lo hemos pillado, lo hemos entendido, tenemos claro que quieres descansar o llegar ya a donde quiera que vayamos —contestó Luke harto de ella.

—¿La marquesa de Elinor necesita un masaje en los pies? —Luke hizo una pausa y Carly asintió sonriente —. ¡Pues no soy experto en masajes de pies! –gritó tomándole el pelo.

—Acabas de responder a una de mis afirmaciones, pero no has respondido a la pregunta —dijo Carly vacilante.

—¿Qué pregunta? —respondió Luke.

—¿Cuánto queda? —repitió Carly.

—No lo sé, pero cállate un poco por favor —suplicó el joven mago.

—Bueno, tranquilízate que ya sé que estoy dando mucho la lata, pero es que me aburro —replicó mi mejor amiga.

—Siento cortaros el rollo de "enemies to lovers", pero tenemos un pequeño problemita —dije yo asustada.

Luke me miró con pena, como diciendo que pasaba de ella.

Las dos amazonas y yo empezamos a cerrar el círculo y juntar nuestras espaldas creando otro diferente. Luke y Carly se acoplaron a esa especie de círculo.

—Supongo que ya no te aburrirás —dijo Luke cuándo vio las tres bestias que se acercaban y le guiñó un ojo a Carly.

En ese momento pensé en que Carly se estaría muriendo de amor por dentro, pero tenía que concentrarme. Todos nosotros estábamos en posición de ataque, esperando a que el enemigo saliese a la luz y diera la cara. 

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora