14.LUKE

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Notaba como los poderes venían a mí, se hacían un hueco en mi interior, se dispersaban por mi cuerpo, por mis venas, llegaban a mis manos y a las puntas de mis dedos.

Miré a Carly que se encontraba a mi lado en la misma posición de ataque que Ness y Branwen. Me di cuenta de que las amazonas tenían sus armaduras doradas y sus espadas, Branwen sus poderes de la naturaleza, pero Ness y Carly no tenían nada con lo que defenderse.

No esperé a que nadie me dijese nada y con mi magia creé un arco de plata y unas flechas que iban dentro de un carcaj. También un par de dagas y una bomba de humo púrpura. El humo púrpura adormecía y aturdía a cualquier cosa que estuviese viva.

Hice un ligero chasquido con mi lengua, Carly y Ness me miraron y yo les enseñé las armas, le di el arco y las flechas a Ness. Las dagas y la bomba de humo serían para Carly. Las cogieron con cuidado y se las acomodaron.

Otro ruido, un poco más cercano, los músculos de las amazonas se tensaron por un momento. Las respiraciones de todos se aceleraron más. Mis conocimientos sobre criaturas de Elinor me decían que podría tratarse de un Ariqdesh, pero recordé que los Ariqdesh nunca iban solos así que posiblemente serían tres o cuatro. Mi miedo creció, eran criaturas peligrosas y fuertes, y grandes. Eran felinos inteligentes.

Estábamos situados en un pequeño claro circular rodeado de árboles y vegetación. Había unas plantas con unas hojas muy grandes que no nos permitían ver mucho. Estas se movieron. En uno de los huecos que dejaban apareció un ojo azul claro, intenso, la pupila era redonda. De un momento a otro esa pupila amigable se estiró y pasó a ser como la de un gato en posición de ataque. Nosotros esperábamos tranquilos.

No nos dio tiempo a procesarlo, en menos de un segundo dos Ariqdesh aparecieron delante de nosotros.

Habían saltado desde los arbustos en los que se escondían. Nos enseñaban sus colmillos, sus grandes fauces estaban dispuestas a devorarnos en cualquier momento. No creo que sintieran pena por nosotros. Las leyendas decían que estos seres no tenían corazón, no sentían pena por nada y nunca tenían piedad. Si te cruzabas en su camino, tenían que quitarte de en medio y la forma más eficaz era matándote, despedazándote y comiéndote.

El círculo que habíamos formado se desvaneció y formamos una fila en horizontal. Cosa que no deberíamos haber hecho. Estábamos demasiado concentrados en los dos pumas fantasmales que teníamos en frente, que no nos dimos cuenta de que detrás nuestro había uno más, preparado para atacar si era necesario. Seguíamos sin darnos cuenta, los dos individuos que teníamos delante empezaron a gruñir y a sacar las garras. Notaba la hiperventilación de Carly, nunca había visto nada similar comprendía su miedo.

—Luke, tengo miedo, ¿nos van a matar? —me susurró Carly preocupada.

—Espero que no, si quieres puedes ponerte detrás de mí — le dije intentando calmarla un poco.

—¿Lo dices en serio? —preguntó incrédula.

—Sí, no soy tan malo —dije un poco cortante.

Carly fue a colocarse detrás de mí con cuidado, lentamente. Note cómo sus manos delgadas y frías se agarraban a mis hombros. La oía tiritar de miedo. Empezó a murmurar algo en mi oído. No me acuerdo de qué, estaba atento a otra cosa. De repente soltó un chillido agudo e irritante. Todos nos dimos la vuelta automáticamente.

Ahí fue cuando descubrimos el Ariqdesh que estaba detrás nuestro. Una barrera mágica, que no estaba conjurada por mí, nos rodeó. Era de color rosa pálido y en seguida supe que esa barrera protectora era de Branwen. Ella se había quedado fuera de la barrera y nos miraba con desgana. Hizo un movimiento de muñeca y la bola en la que estábamos metidos se elevó y subió hasta las copas de los árboles. Todos mirábamos hacia abajo para ver lo que estaba ocurriendo. Branwen estaba rodeada por los tres Ariqdesh. En ese minuto me di cuenta de por qué había hecho esto.

—Branwen es un hada del grupo cinco, hadas de los animales y las plantas, hadas de la naturaleza. Si alguien puede lidiar con estas criaturas es ella. Puede domesticar las, adormecerlas, aturdirlas o incluso matarlas. No, Branwen nunca haría eso —le expliqué a Ness que era la que más cerca se encontraba de mí. Carly estaba sentada mirando a Branwen.

—Qué lista es, espero que no la ocurra nada —suspiró Nessy. Se la notaba preocupada por su amiga. Yo también apreciaba a Branwen.

—Tranquila, tiene trescientos años, sabe lo que hace, no la pasará nada —dije riéndome.

—¿Las hadas son inmortales? —preguntó Ness.

—Algo así, las hadas no pueden morir de vejez, de hecho, siempre se mantienen jóvenes. Lo malo es que, si alguien quiere matarlas de otra forma que no sea muerte natural, si pueden morir. Ya verás cómo consigue domar a estas fieras, siempre lo hace, siempre resuelve los problemas. Te lo digo porque la conozco mucho —intenté animarla un poco.

—La admiro —eso es lo único que dijo Nessy.

—Los magos también somos inmortales de esa forma. Keisha lanzó un hechizo inquebrantable, en el que todos los seres de Erlannis nos volviésemos inmortales para ver el sufrimiento que nos produciría.

Ness me abrazó fuertemente.

—Lo siento... —dijo triste.

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora