5.CARLY

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En el momento en el que Ness me tapó los ojos con rapidez, supe que habíamos llegado a ese lugar. No tenía ni idea de dónde podíamos estar, pero debía de ser muy importante para ella, seguramente sería maravilloso.

Ness me llevó hasta allí con los ojos tapados, procurando que yo no pudiera ver nada. Empecé a oler un aire húmedo, fresco, más puro que el del pueblo. Escuché cantar innumerables pájaros que no había oído nunca antes. El ruido del agua cayendo desde gran altura, me indicaba que estábamos cerca de una cascada.

Ness se paró en seco. Sus manos se deslizaron desde mis ojos hasta mis mejillas, dejándome ver el panorama. Cuando sus manos ya no tocaban mi rostro, Ness suspiró. No fue un suspiro de tristeza, sino de paz, de calma, de tranquilidad.

Una cascada de aguas cristalinas estaba frente a nosotras. Luego se transformaba en un río transparente que dejaba ver los peces y las piedras que había en el fondo. Bordeando el río y la cascada había un prado de un verde intenso. Corrimos hacia aquel prado. Tendimos la manta sobre la hierba húmeda. Pusimos la cesta en medio y nos sentamos encima de la manta. Era como un picnic de película. Perfecto.

—Todavía no hemos visto a ese ciervo del que tanto hablaba Percy, tiene que ser espectacular —dijo Ness riéndose.

-—No. Y no creo que lo veamos —dije yo riéndome también.

—Espero que este sitio te guste tantísimo como a mí.

—Es genial. ¿Qué significa para ti, Ness? —pregunté con curiosidad.

—Es difícil de explicar, significa todo. Mi madre me traía aquí siempre. Me enseñó este lugar tratando de que fuera mi refugio. Tratando que cuando me sintiera triste o enfadada, viniera aquí y me olvidará del resto del mundo. De que no pensara en nada. Ella me enseñó muchas cosas, me contaba historias sobre un reino de fantasía, que según ella se escondía tras la cascada. —Suspiró— No lo compruebes, detrás de la cascada solo hay una pared de piedra —me dijo decepcionada. Después siguió hablando— para mí este lugar siempre me ha recordado a ella. Un recuerdo con otros muchos dentro de mi ser. Es muy especial.

Esas palabras me llegaron al corazón. Ness era una chica dura y no se ponía sentimental muy a menudo, pero cuando lo hacía era muy tierna.

Merendamos todo lo que habíamos traído. Hacía mucho calor así que le propuse a Ness darnos un chapuzón en aquellas aguas frías y cristalinas. Ella aceptó. Cuando nos pusimos el bañador nos dirigimos hacia el agua.

Cuando ya estaba en la orilla, metí la punta de unos de los dedos del pie. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Estaba helada, cosa que era normal. Esa agua venía de las montañas más altas de nuestro pueblo. Empezamos metiendo los pies, llegó un momento en el que el agua se volvía tibia. Poco a poco nos fuimos metiendo. En menos de diez minutos el agua nos llegaba por el cuello. Contamos hasta tres a la vez y metimos la cabeza. Yo tragué agua y empecé a toser mientras Ness se reía de mi torpeza.

A un lado de la cascada había una roca gigante. Ness salió del agua rápidamente y subió a la roca sin pensarlo, totalmente descalza. Cuando menos me lo esperaba Ness saltó hacia mí desde la enorme roca. Salpicó todo a su alrededor. A ella le pareció gracioso, pero a mí me pareció muy desconsiderado por su parte porque mi pelo casi estaba seco.

Al final Ness me convenció para saltar las dos juntas desde la roca, no sé cómo acepté. Subimos al peñasco. Las dos íbamos descalzas. Después miré hacia abajo, era más alto de lo que pensaba. El miedo se empezó a apoderar de mí. Ness me miró con unos ojos desafiantes. Yo, en cambio, no me acordé de mi fobia a las alturas, tenía mucho vértigo. Antes de poder pensármelo dos veces, Ness me agarró de la mano con fuerza y se tiró. Fui arrastrada por ella. Mis gritos se oían en todo el valle. Caímos al agua, y como no, me volví a atragantar. Ness no paraba de reírse. Debo admitir que eso me enfadó un poco. Decididamente salí del agua y cogí la toalla. Me la puse encima.

Al salir del agua hacía mucho frío. Las dos nos secamos y nos volvimos a vestir. Cruzamos el río por un pequeño puente hecho con piedras. Sin querer volví a meter un pie en el agua helada. Odio la risa de Ness es una risa malvada, pero aun así me encanta oírla. Luego, caminamos recto por un sendero muy estrecho.

Sin darnos cuenta, regresamos de nuevo al lugar donde estaba la cascada. Ahí entendí por qué ese lugar era mágico. Entre el agua que caía y la pared de piedra había un camino. Podías pasar por detrás de la cascada sin mojarte. Le pedí a Ness que cruzáramos por aquel sendero. Ella asintió sin decir una palabra. Ese momento fue maravilloso, siempre me acordaré.

Estábamos de nuevo sentadas en la manta. Allí pasamos el resto de la tarde. Cogíamos moras y frambuesas, nos dábamos algún que otro chapuzón... La tarde perfecta, simplemente perfecta. 

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora