15.BRANWEN

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Ahí estaba yo. En frente de tres Ariqdesh dispuestos a matarme, aniquilarme, descuartizarme, volverme a matar y probablemente comerme después. Justo en ese instante pensé << Soy un hada del grupo cinco, esto es un reto para mí, no voy a quedarme parada sin más. Mis amigos están ahí arriba y confían en mí. >> Empecé a pensar en una manera de poder adiestrarlos, aturdirlos o hacer cualquier cosa con ellos excepto matarlos o herirlos. Entonces me acordé de una de las lecciones del curso de criaturas peligrosas. Nos enseñaban todo sobre los Ariqdesh y cómo tratar con ellos. Levanté la viste y les miré fijamente a los ojos. Mi respiración era tranquila, procuraba que lo fuese, era incluso un poco más lenta de lo normal. Mis párpados aguantaban difícilmente sin pestañear ni una sola vez. Esos seis ojos verdes azulados mezclados con un tono marrón claro me llenaban el corazón, eran preciosos, magníficos. Me sentaba como una puñalada directa al corazón tener que adiestrarlos, ellos eran almas salvajes. El hacerles nuestros nos ayudaría, pero ellos, esas criaturas no volverían a ser las mismas. Respiré hondo, buscando mi paz interior, intentando no pensar en mis amigos, en nada.

Oía como el viento susurraba en mis oídos. Las criaturas seguían inmóviles, manteniendo esa postura rígida de ataque. Tendría que ser precavida, ágil y veloz. Por supuesto tendría que sacar todo mi amor y usarlo contra ellos. Las lágrimas empezaban a salir de mis ojos secos, me permití parpadear una vez, luego, seguí aguantando la mirada penetrante hacia ellos. Me estaba mordiendo el labio inferior, mis manos se cerraron, las uñas se me clavaban en la palma. Oía a Ness ya Luke de fondo, pero no les escuchaba. Uno de los Ariqdesh dio un paso al frente. Instantáneamente yo retrocedí. Las alas de los Ariqdesh estaban plegadas en sus espaldas, pero ese que se atrevió a avanzar las desplegó, eran majestuosas. Representaban poder, autoridad sobre las criaturas de ese bosque.

Extendí uno de mis brazos con la mano abierta, preparada para lanzar cualquier conjuro, ya fuera una barrera protectora o una bola de polvo rosa. Mis pies se movieron y me quedé allí de pie, firme, como una roca ahora estaba preparada para actuar. Aun así, los animales no se movieron ni un milímetro. Su expresión era neutra, pero sus músculos se tensaron.

En aquel santiamén pensé que las fieras se lanzarían sobre mí dispuestas a acabar conmigo allí mismo. Cuando la primera de las tres dio un paso, cerré los ojos fuertemente y todo mi cuerpo se encogió en un escalofrío que recorrió todo mi ser, desde la punta del dedo corazón de la mano del brazo que tenía extendido hasta la punta del dedo gordo del pie que tenía más atrasado.

<< Mierda, Branwen la has cagado, no se puede mostrar debilidad ante un Ariqdesh y menos frente a tres. >> Mis pensamientos durante esos segundos fueron todos de este tipo. << No lo pienses, Branwen, aprieta los dientes y tu muerte será rápida y poco dolorosa. >> Intentaba no pensar en mis amigos, allí, flotando en el cielo como una nube, dentro de un campo de fuerza que yo misma había creado y que en el momento en el que muriese se desharía y caerían todos al suelo. << Bien, Branwen, no te bastaba con ser tú la cena de las bestias, ahora tus amigos también lo serán. >> Otro pensamiento caótico pasó por mi mente. << Ness y Carly no podrán volver a su tierra para cuidar de sus hermanas, bien Branwen lo arruinaste todo por tus estúpidas ideas de hada. >>Más pensamientos devastadores para mí.

Era una ingenua pensando que yo sola podría con tres peligrosos felinos que querían matarme, solo por haber hecho un curso de cómo tratar con ellos. Parecía tonta de remate. A quién se le ocurriría hacer eso y no aceptar ayuda de dos amazonas y un mago. A mí se me ocurría.

Para mi sorpresa pasaron tres largos, eternos minutos, en los que cientos de pensamientos como los anteriores paseaban por mi mente, no pasó nada. Me atreví a relajar mis músculos, estirarme, todavía con los ojos cerrados. Me permití unos segundos para escuchar atentamente mi alrededor. Nada, ni una respiración, ni un latido, ni un susurro, ni el viento meciendo las hojas de los altos y frondosos árboles que construían aquel espeso y macizo bosque. No sé cómo pude abrir los ojos, los párpados me dolían de hacer fuerza para cerrarlos.

Vi a uno de los Ariqdesh justo a medio metro de mí. Instantáneamente volvía cerrar los ojos y a colocarme en la posición anterior. Dispuesta a lanzar cualquier hechizo noté algo húmedo en la palma d mi mano. Me quedé rígida, quietísima, sin mover nada de nada. Me relajé, abrí uno de los ojos y me levé un susto de muerte. Uno de los animales estaba rozando su trufa contra mi mano, estaba oliéndome, sintiéndome, descubriéndome, buscando algo, analizándome. Dejé que lo hiciera, no quería moverme, no me atrevía a hacerlo. El felino se tomó su tiempo para olerme. Era majestuoso, estaba otra vez con las alas plegadas a su espalda. Un impulso de la naturaleza me llevó a hacer la locura más grande de mi vida. Acaricié al Ariqdesh con la palma de mi mano entumecida por su trufa. Le acaricié la parte superior de la cabeza, su pelaje era suave como el de un puma. El animal no se apartó, de hecho, le gustó, empezó a retorcer su cuello, quería más, mucho más, Quería que le rascase detrás de la oreja, eso hice. Fue una sensación inesperada, pero maravillosa. Miré hacia arriba, las amazonas no me miraban, Carly tampoco, pero Luke y Ness estaban alucinando ante aquel hecho.

El felino avanzó con su cabeza rozándola contra mi pecho una y otra vez. Yo le abracé por el cuello, le acaricié, le di todo mi amor. Por qué funcionó, no lo sé, solo sé que soy un hada del grupo cinco. Los otros dos felinos avanzaron hasta ponerse a la altura del primero y empezaron a hacer lo mismo que él. Cosa que me dejó atrapada entre tres bestias mimosas. Después detrás intentos chasqueé mis dedos y la bola protectora en la que se encontraban mis amigos se deslizó ligeramente hacia abajo. Apoyándose en la hierba húmeda del claro en el que estábamos en ese momento, la barrera se deshizo poco a poco, formando un polvo rosa palo brillante. Mis mofletes se sonrojaron al ver las sonrisas de mis compañeros. Estaban orgullosos de mi trabajo, lo que había hecho era imposible de creer. Las leyendas contaban que era completamente absurdo intentar domar a un Ariqdesh y menos a tres, a la vez.

—Branwen eres alucinante —me dijo Nessy nada más salir de mi bola protectora.

—Eres increíble, ¿cómo lo has hecho? Mi libro de criaturas mágicas decía que era imposible domarles —dijo Luke acompañando a Nessy con una sonrisa.

—Quizás ellos me han domado a mí, me han elegido —respondí con calma.

—Puede ser —Luke se quedó pensando—, que tengas alguna conexión con el corazón de Erlannis. O con el corazón del grupo cinco —finalizó.

Observé a Carly que estaba con las Amazonas, acariciando a los Ariqdesh. Se la veía contenta, todo esto era nuevo para ella, no creo que lo entendiera, pero la gustaba.

—¿Qué corazón del grupo cinco? —pregunté extrañada.

—El corazón de tu aldea, o como quiera que lo llaméis. Cada aldea tiene uno, son cruciales para vosotras, os aportan esa chispa que hace que vuestro poder fluya correctamente. Igual tienes alguna conexión —se explicó el joven mago.

—Eso sería genial —dijo Ness excitada.

—Sí, supongo —murmuré, no entendía nada de lo que me decía Luke.

—¿Y si usamos a estos animales en nuestro beneficio? —sugirió Ness.

—Eso suena un poco cruel, ¿de qué manera pretendes hacerlo? —respondí yo.

—No sé, los caballos me parecen un poco débiles para esta aventura, además no tenemos caballos suficientes para todos. ¿Y si montáramos a los Ariqdesh? —quiso preguntar con la voz quebrada al no saber mi respuesta.

—Podríamos hacerlo si ellos se dejan —dijo Luke.

—Podemos —di mi visto bueno.

Me acerqué a las criaturas con sumo cuidado. Le acaricié la frente a la más grande. Después apoye la mía contra la suya. Un vínculo interno se formó. Sentí como la fiera me daba su aprobación para hacerlo.

Ahora teníamos tres caballos y tres bestias. Ness, Luke y yo nos montamos en las tres criaturas aladas. Luke dejó que su Solem llegara a casa y Carly siguió montando a Furia. Las amazonas tenían sus caballos y Trueno y Hengroen nos siguieron. 

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora