33.NESSY

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Recorrer las calles de aquel paraíso subterráneo había sido espléndido, pero también agotador. Llevábamos más de una hora y media caminando sin parar sobre el suelo asfaltado con grandes piedras grises.

Qué nivel de elegancia tenía la ciudad, habían utilizado las piedras que se habían desprendido al cavar la cueva para utilizarlas como baldosas para el suelo. La oferta de quedarnos a cenar, había sido tan tentadora que acabamos aceptándola.

Las habitaciones en las que nos habían acogido eran muy bonitas y rústicas. Tenían una belleza singular, única y diferente. Esta vez me tocaba dormir con Carly.

Después del tour guiado por la pequeña aldea nos habían dado un tiempo para asentarnos antes del banquete. Para dejar nuestras pertenencias y acomodarnos un poco, incluso hubo tiempo para echar una pequeña siesta.

Llegamos a la habitación muy cansadas, arrastrando nuestros pies y rogando llegar al cuarto sin desplomarnos. Aparte de que la aldea era preciosa, tenía infinitas cuestas que hacían que te quemasen los cuádriceps y los gemelos. Hacían que te quedaras sin aliento y que tuvieses una sed descomunal al llegar a casa.

Nada más abrir la puerta me acerqué hasta mi cama, la de la izquierda, me tumbé dando un salto. Noté que el colchón rebotaba un poco y el sonido de mis vertebras crujiendo mientras me estiraba y cerraba los ojos era satisfactorio.

Inspiré profundamente y dejé escapar el aire de mis fosas nasales de manera lenta hasta que me relajé por completo. Coloqué mis brazos detrás de mi cabeza y crucé mis piernas.

Abrí un ojo al oír los pasos de Carly en la habitación. Observé cómo se quitaba los zapatos y se sentaba sobre la cama. Al final, acabó tumbándose como yo. Me miró y centré mi atención en ella y las palabras que pronunció después de acomodarse.

—¡Qué cansada estoy! —exclamó quejándose—. Podría dormir doce horas seguidas ahora mismo.

—No seas exagerada, yo podría dormir catorce —respondí divertida, aún con los ojos entrecerrados.

—No seas exagerada —repitió burlándose de mí.

—Cállate —ordené entre carcajadas.

—Tú no me mandas callar, pero lo voy a hacer porque quiero dormirme —afirmó cerrando los ojos y sumiéndose en un profundo sueño diez minutos después.

La imité y poco después estaba tan dormida como ella. Soñé con la mujer de complexión recia y esbelta de nuevo. Ese sueño era demasiado extraño, ya lo había tenido varias veces en los últimos dos meses. Seguía sin poder ver el rostro de la mujer, pero cada vez se parecía más a ella. A la reina Keisha. Según me la habían descrito era igual y eso me daba miedo. Cómo podía ser así. Era familiar.

Unos ruidos me despertaron de repente. Me levanté de un susto respirando agitadamente. Carly se volvió hacia mí automáticamente cuando me oyó.

Me miró y me preguntó acerca de mi sueño. Yo no quise contarle nada, así que empecé a mentirle. Según iba contándole mi historia inventada intentaba creerme mis propias mentiras. Eso, no funcionó, acabé contándole la verdad sobre mi sueño. Me desahogaba con ella y pude asumir lo que me estaba pasando. Aun así, debíamos dejarlo de lado, intentar ignorarlo.

No darle importancia, porque, al fin y al cabo, era un simple sueño. Un sueño que se había repetido muchas veces, intenté meterme ese pensamiento en la cabeza.

Solo un sueño.

Nos levantamos de las camas y nos miramos en el espejo que había detrás de la puerta de uno de los armarios. Nos habíamos olvidado completamente de la cena y nuestra ropa estaba sucia y rota. Tampoco se podía decir que fuese muy elegante. Qué íbamos a hacer.

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora