18.FREYA

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Le di una palmadita a mi yegua en la grupa y empezó a cabalgar. Iba tan rápido como una bala. Me atreví a mirar atrás mientras corríamos en armonía con el viento que susurraba sonidos que se deshacían como la arena. Cuando giré la cabeza descubrí que iba la primera y les sacaba un poco más de un kilómetro a las otras.

Eso me animó mucho y le transmití esa felicidad a Luna, mi yegua. Esta empezó a cabalgar aún más rápido. Unos minutos más tarde pude distinguir la entrada al bosque después de estar cabalgando por el valle.

Se oía el relinchar de Luna haciendo eco en el valle solitario mientras cabalgábamos a toda velocidad. Llegué a la entrada del bosque y me pensé dos veces si entrar. Era una parte del bosque a la que no iban las criaturas peligrosas habitualmente, pero nada certificaba que no hubiera.

Además, no siempre podría tener la misma suerte que con los Ariqdesh. << A veces para conseguir las cosas hay que correr algún riesgo >> pensé. Me decidí a entrar en el bosque.

La brisa de ese lugar era más fría, más fantasmal que en otros lugares. Esa parte del bosque era tan oscura que no me parecía raro que los animales, incluso los más peligrosos, no quisieran entrar.

Personalmente, yo no había estado ahí nunca. El miedo se esparció por mi piel, llegando a un escalofrío que me erizó el vello del antebrazo. Pero mi yegua Luna estaba allí conmigo, no debía de tenerle miedo a nada que se me cruzase.

El bosque estaba en silencio, al contrario que en otras partes de él, no había ni un pequeño jilguero cantando o un búho ululando. Tampoco había ningún pequeño roedor corriendo por el suelo lleno de hojas secas, estas se habían caído de los árboles, los cuales no tenían ninguna a aquellas alturas del año.

Miré a mi alrededor me costó diferenciar las cosas debido a la velocidad a la que iba. Al fin pude distinguir un preppy a unos pocos metros. Tensé mi arco, saqué una flecha del carcaj y disparé.

La flecha se clavó en el medio de la criatura, perfectamente, colocada como si la hubieran puesto a posta. O recogí y pasé de largo. Poco tiempo después fui viendo más preppys y también fui disparando más flechas, todas en el centro del círculo blanco que llevaban pintado.

Otro preppy más en frente de mí, me preparé para tirar, pero cuando mi flecha ya estaba en el aire, como una bala, otra flecha de color rojo la atravesó por la mitad. Luna pegó un frenazo repentino. Detrás de mí me encontré a Kassillias.

Esta amazona estaba enfadada conmigo desde hacía muchísimo tiempo. Se había presentado a la competición igual que yo. Tuvimos un problema de niñas y me odiaba. Mi cara de sorpresa al verla la hizo reír delante de mis narices.

Su caballo negro como la noche, Mighty lo llamaba, relinchó. La amazona bajó de su caballo lentamente, aterrizando en el suelo de rodillas. Alzó la cabeza y me miró con unos ojos aniquiladores.

Su mirada era inexpresiva, fría, interminable, fantasmal como el mismo bosque. Una media sonrisa se formó en su rostro mientras se reincorporaba y mostraba su estético cuerpo ante mí. Iba vestida con una armadura dorada que la cubría parte del pecho, el abdomen y parte de sus musculosas y largas piernas. Debajo de la armadura llevaba un traje de cuero transparente, invención de las amazonas, que la aislaba del frío y del calor, además la protegía de las caídas y los cortes.

Llevaba su pelo castaño perfectamente recogido en un moño alto con un par de trenzas, su flequillo medio largo se deslizaba por su cara tapando parte de su ojo izquierdo. Sus ojos amarillos, fulminantes, atravesaban todo. Estaba al lado de su caballo, era poderosa, tanto ella como su corcel.

La sonrisa que tenía se desvaneció unos instantes después de volver a mirarme y observar que había crecido. Ahora era más fuerte, más lista, más alta, más ágil...

MistikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora