Capitulo 13

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Dary


Me despierto y me encuentro en una cama, parecida a la de…

Espera, ¿Estamos en Londres? Me encuentro  desorientada. ¿Tan rápido?

Intento levantarme pero el dolor  no me deja del todo. Me siento demasiado  agotada.

—Despertaste -  dice Roy en cuanto entra, no me había dado cuenta de que la puerta de mi habitación estaba abierta.

— ¡Ya despertó!  - pega un grito.

—¿Por qué gritas?

No me responde,   pero puedo escuchar los pasos de alguien viniendo hacia aquí.

—Dale esto  -  la voz de él,  este le entrega  una píldora con un jugo verde.

Sabrá Dios qué vaina será  esa.

Apenas recuerdo que tenía una herida de bala. Dos por lo que recuerdo. Lo último que pasa por mi mente  es  estar en brazos del mafioso. Luego de eso  fueron sueños raros, y la mayoría vivencias de cuando era niña.

No me duele tanto,  llevo una venda  que me rodea todo el estómago y las costillas.

—¿Me saturaste bien la herida? -  me observo -  ¿Qué medicamento es ese?

Le pregunto cuando Roy que  me tiende la píldora junto con el jugo.

—Ya te  curé, muy bien por cierto – se marcha – yo también tengo experiencia   y se me da excelente.

— Pues, como no. Me  imagino que a cada nada  pasan estas cosas -  me tomo la pastilla y el jugo verde. 

—Es un energizante, tiene espinaca, apio, hojas de albahaca y menta. Jugo de limón y zanahoria. – me explica Roy.

—Sabe horrible.

El mafioso me mira como yo miraría a una cucaracha.

—¿Llegamos  anoche? – pregunto viendo el sol resplandecer de forma cálida  a través de la ventana, primera vez que veo el sol escandilar.

Desde que llegué el clima siempre ha sido nublado y frío. Supongo que ya es medio día. Nada parecido a Oregon. 

—No, linda – Roy me sonríe con cariño – llegamos hace dos noches.

—¿Qué? – grito. No sin sentir  la  molestia en el estómago

— Rey te dió un sedante, tenías fiebre y la herida  se había infectado un poco. Luego vino el médico a curarte la herida de la pierna,  la bala solo te rozó . Dormiste bastante y te dejamos porque tenías que  descansar– señala la venda que cargo puesta – tienes una leve lesión, no te lo quites todavía.

—   No es para tanto,  ya me siento mejor.

—   ¡Jefe! ¡Jefe! ¡jefe! – llega corriendo el tío del otro día, al que le di las galletas, Fisher  recuerdo su nombre, es buena onda. – perdón amo. – inclina la cabeza – Están atacando  de nuevo,  una de las bodegas.

El mafioso ni se inmuta.

Solo saca un aparato de su bolsillo del pantalón. Una especie de control remoto, parece un llavero.

Oprime el botón rojo. Y sonríe perverso.

Arrugo las cejas sin entender.

—Listo – espeta  muy tranquilo – , problema resuelto. Tendremos que  remodelar  el almacén   cuarenta  y ocho.

— ¿Destruyó las armas 48?  - pregunta Fisher perplejo.

— Por algo la bodega se llama así. – lo trata mal – lárgate pedazo de  inepto.

Atrapada en la Mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora