Capítulo 23

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DARY

El mafioso camina erguido conmigo en brazos, siento un  alivio muy extraño.  Yo escondo mi cabeza en su cuello, confundida y queriendo sentirme cerca. No puedo evitar sentirme vulnerable. Ahora más que nunca debo aprender a defenderme,  este tipo de situaciones  no me están gustando, no puedo depender de que este hombre venga  por mi a rescatarme como si   se  tratara del héroe del día. Porque claramente no lo es.

En cualquier momento le puede dar la gana de dejarme tirada y no sabré que hacer, sus intenciones no las conozco,  igualmente me siento extremadamente agradecida y mi corazón bombardea   por el hecho de que este  aqui.

—¿Qué voy hacer cuando no estés presente? —pregunto soñolienta y conmocionada por el golpe.

Creí que me golpearían de nuevo, nuevamente me encontré cerca de... ¿La muerte?

—Eso no pasará pequeña —susurra.

Mi corazón palpita cuando dice aquello, mis sentimientos hacen de las suyas.

¿Está mal que me sienta como me siento? Porque horas atrás estuvo a punto de matarme y ahora me ayuda.

No comprendo nada.

Debo tirar a la basura todo tipo de sentimientos enfermos.

Al llegar a la habitación me acuesta, siento una especie de dejá vu.  Me pregunta si deseo bañarme y me sorprendo por su cambio. O falsa  amabilidad, no estoy segura.

—No deberías dormir de igual forma —habla—,  son las  tres de la tarde.

—Me duele mucho la cabeza —me quejo.

—Preparare algo.

En cuestión de minutos se va y vuelve  con un té de tila en la mano.  Me lo bebo con toda confianza y presiento su mirada absorbente. 

—Прошлой ночью я мечтал о тебе.

—¿Qué dices?

¿En qué idioma me habla? 

—Vuelve a repetir la frase —sugiero.

—Lo diré en alemán.

—¡No, no hagas eso, de que sirve?  tampoco sé...

—Auque no fue exactamente anoche —dice de la nada,  además no comprendo—.  Quiero volver hacerlo.

—¿El qué?

No me responde, está loco, está mirando a un punto fijo, el respaldo de la cama, como si le hablara a esta.

—Ver tus ojos brillantes.

Me quedo estática en mi lugar. ¿De que habla este sujeto?  De un momento a otro su mirada se dirige a la mía.

Ambos no apartamos la mirada del otro, y no sé si asustarme, temblar o emocionarme. (Apiadense  de mi) Mi vida está arruinada ya, pero estás cosas logran revivirme en cuestión de minutos.

¿Se habrá fumado algo?

De pronto veo a Royal entrar  a mi habitación y preguntar cómo estoy.

—Mucho mejor gracias... —me alivia que esté aquí.

—¿Qué haces aquí? —se dirige molesto—, ¿Vas a terminar de rematarla?

—Para que veas que fui yo quien la traje.

Estos dos se debaten en un duelo de miradas penetrantes.

—Ya está a salvo puedes  irte.

—Tu no decides eso —contesta gruñendo y no entiendo a qué se debe esta pequeña riña.

Atrapada en la Mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora