Diecinueve: Un comienzo

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Había miedo en tus ojos, dudas y un poco de vacilación en tus movimientos. En cuanto pusiste un pie en el enorme edificio, fue inevitable no sentirte un poco pequeña, insignificante a lado de todo lo que tus ojos miraban.

Solo tenías contigo una maleta azul y una mochila vieja. No tenías tantas cosas, así que empacar fue fácil, despedirse de mamá no tanto. Sabías a la perfección que todo cambiaría en el momento que salieras de casa. Una parte de ti esperaba que mamá se retractara, que tomara tu mano o te dedicara al menos una mirada, pero nada de eso sucedió.

Esa era la confirmación que necesitabas para cumplir con tu promesa. Era extraño que te causara tanto dolor, era extraño porque después de todo nada había cambiado en realidad.

Observaste detenidamente a las personas que caminaban por los pasillos. Te preguntaste brevemente si algún día caminarías con la misma seguridad, te preguntaste si alguna vez encajarías en algún lugar.

El dormitorio era lindo, no muy grande, no muy pequeño. Tenía todo lo necesario y a diferencia de los otros, no contaba con un compañero de cuarto. Los profesores eran buenos y por primera vez no había idiotas que interrumpieran constantemente las clases. Conociste a muchas personas interesantes, entre ellas a Lisa y Rosé, las que en muy poco tiempo se convertirían en tus mejores amigas.

Todo era bueno, pero aún faltaba algo, esa pesadez en tu pecho no desaparecía, esa sensación de querer salir corriendo, a veces, llegaba sin ninguna clase de aviso. Te resultaba difícil dormir por las noches, la mayoría de veces, las preguntas en tu cabeza eran más grandes que las respuestas disponibles.

...

Muchos meses pasaron y como lo prometiste jamás volviste a molestar a mamá y ella hizo lo mismo por ti. Solo sabías que ella estaba bien por lo poco que el abuelo te contaba cuando lo visitaba durante las vacaciones.

El periodo de exámenes había pasado y fue totalmente satisfactorio ver que tus notas eran buenas, por no decir excelentes. Al poco tiempo de haberte instalado conseguiste un trabajo de medio tiempo en la biblioteca, era perfecto porque te ofrecía una paga digna para cubrir tus gastos y te permitía realizar tus otras actividades sin problemas.

Sin embargo, esa tarde no había tareas o trabajo que realizar. Así que pensaste que un pequeño maratón de películas no te vendría nada mal.

Una película terriblemente triste se reproducía en la pantalla de tu laptop. Era algo sobre un monstruo en forma de árbol, un niño y una madre enferma. No entendía porque a los humanos se torturan de esa forma, viendo cosas que solo los hacían llorar.

Estoy segura que una escena importante dentro de la trama se desarrollaba, pero no pudimos verlo porque Lisa y Rosé entraron a tu habitación. Sin ninguna clase de aviso o advertencia de por medio.

No recuerdo mucho de lo que pasó después. Había una fiesta y querían que asistieras, te negaste en un principio, pero estaban siendo mucho más persuasivas que en otras ocasiones. Literalmente te arrastraron de tu habitación.

Una fiesta de playa, escuchaste hablar de ello, pero no tenías intenciones de ir, al menos no hasta que tus amigas te obligaron. Para sorpresa tuya resultó mucho más divertido y agradable de lo que pensaste. Incluso, encontraste personas con intereses similares a los tuyos.

Lisa y Rosé se fueron en busca de comida, bajo la promesa de regresar pronto. Estabas sentada observando las últimas brasas de una pequeña fogata consumirse, adorabas la sensación de la arena en tus pies, el sonido que proporcionaba el océano a unos cuantos pasos de ti.

Y yo al igual que siempre, me quedé ahí, observándote. Las chispas que salían del todavía fuego viviente, iluminaban tu rostro, lo llenaban de colores cálidos que contrastan con la tonalidad azul de la noche, con todos los demás. La imagen era perfecta.

Fue perfecta hasta que llegó ella, una mujer que se sentó a tu lado. Parecía tener la misma edad que tú, pero era ligeramente más alta, su cabello no era muy largo, de un negro brillante y sus ojos eran marrones, pero mucho más claros que los tuyos. Llevaba puesto un vestido de playa blanco que contrastaba con su expresión amable.

—Hola. —dijo con suavidad, casi en forma de susurro. Había algo en ella que la hacía cautivadora, probablemente era su sonrisa o la forma en la que te miraba. —Mi nombre es Hana.

La miraste con un poco de sorpresa, pero pronto fue reemplazada por una sonrisa. Hana tomó tu mano y la estrechó como si fuese la cosa más delicada de todo el mundo. Por alguna razón no dejabas de mirarla, sabías que era el turno de presentarte y decirle tu nombre, pero las palabras habían desaparecido.

Pronto descubrimos que Hana era un imán y tú una chica que probablemente estaba hecha de metal.

...

N/A ;(

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