Veintiséis: Correr hacia ti.

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Esa fue la primera vez que sentí dolor, la primera vez que odie a los cielos por ponerme en esa situación. Siempre escuché decir a los demás que la vida podía cambiar en un segundo, yo misma sabía que la vida era frágil, pero no entendía el verdadero significado de esas palabras.

La carretera estaba mojada, todo estaba rodeado por una neblina oscura y silenciosa. Quizás se trató de una pequeña imprudencia, un descuido, mala suerte. No había una explicación para ello y creo que en realidad no importaba.

Una camioneta que se desplazaba a una velocidad impresionante salió de la nada, el impacto parecía ser inevitable, pero en un intento por salvar algunas vidas, el conductor logró esquivar el impacto, aunque eso significó salir completamente de la autopista. La fuerza desencadenada fue suficiente para lograr que el auto diera la vuelta completamente.

Todo pasó frente a mis ojos en cámara lenta, muchos cristales se impactaron contra tu piel, partes de metal se llenaron de sangre, mientras que el miedo se materializaba en tus ojos.

Probablemente se trató de unos segundos o una vasta eternidad. Como era de esperarse mi cuerpo permaneció ileso, no había una sola mancha en mí. Miré al conductor rápidamente solo para darme cuenta que era demasiado tarde.

Solo después de eso un pensamiento me golpeó con fuerza, mi corazón latía con desesperación dentro de mi pecho, tenía una sensación extraña, me era difícil respirar. Me pregunté brevemente si esa era la señal, no quise mirar a Jennie, tenía miedo.

Mi cuerpo entero estaba temblando, negué la cabeza en repetidas ocasiones, me encontraba incapaz de sentir si Jennie permanecía con vida. La respuesta es que simplemente no deseaba saberlo.

Escuché algo, solo así me armé de valor y finalmente miré la dirección en donde se encontraba Jennie, en cuanto lo hice quise salir corriendo, quise gritar con todas mis fuerzas, pero mi voz había desaparecido.

Jennie estaba atrapada entre los asientos, tenía muchos golpes y cortes en el rostro y brazos, el resto de su cuerpo no era visible. Sus ojos permanecían cerrados, cualquiera podría pensar que no los volvería abrir de nuevo.

Una vez más, estaba equivocada, Jennie abrió los ojos por unos breves segundos. Su vista vagaba por toda la estructura, trató de moverse sin éxito. Abrió los labios, pero nada salió de ellos.

Mi cuerpo entero había dejado de responder, no podía dejar de verte, no podía dejar de pensar, no podía ser capaz de actuar. Algo frío recorrió todo mi cuerpo, mientras que una secuencia de imágenes se reproducen en mi cabeza, el sonido de tu voz. Estaba hipnotizada.

Y entonces, me miraste y recordé en dónde estaba. Tus ojos se encontraron con los míos, pude sentir tu mirada sobre mí, pude ver la manera en la que esa marea marrón clamaba por ayuda, caí en esa inmensidad, totalmente perdida y encontrada al mismo tiempo.

—Por favor... — Lograste pronunciar con el último gramo de fuerza que quedaba en ti. Esas palabras venían acompañadas con un par de lágrimas.

—¿Jennie? —Justo en ese instante cerró sus ojos. Fue hasta ese momento que reaccioné, recordé la razón de estar ahí, recordé que yo era tu ángel, recordé que podrías morir si no hacía algo. —¡Jennie!

Usando toda la energía que me quedaba, me acerqué al volante. Toda mi concentración estaba en ello, me obligue a mantener la calma en mi interior, a concentrarme en lo que había a mi alrededor, solo fue cuestión de que transcurrieran unos segundos para lograr mi objetivo. El auto emitía sonido de nuevo, las luces brillaron con fuerza.

El sonido era agudo e intenso, entre más me concentraba, más alto era. Mis manos comenzaron a temblar repentinamente, justo frente al volante toda mi fuerza se desvanecía, pero la imagen de Jennie era suficiente como para seguirlo intentando.

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