Prefacio

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Estoy en un infierno interminable llamado vida y los hombres que he conocido en mi camino han terminado siendo grietas y marcas irreparables

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Estoy en un infierno interminable llamado vida y los hombres que he conocido en mi camino han terminado siendo grietas y marcas irreparables.

Por las noches, me quedo dormido con visiones de mí mismo con ellos, riendo al saludarles y llorando al despedirme.

Vivo años en una interminable secuencia de momentos desagradables que se repiten día tras día... Incluso mis lágrimas con el pasar del tiempo, se volvieron flores marchitas que terminaba esparciendo en la soledad de la carretera cuando me despedía de ellos.

Y mis únicos momentos felices reales terminaron siendo el llegar a casa, ver a mi sol, recostarme a su lado y cerrar los ojos. Soñar era mi adicción, aunque no creía en fantasías, ellas eran las que me mantenían vivo al dormir.

Vendo mi cuerpo cada noche.

Y terminé volviéndome una figura enigmática y reconocida en mi trabajo.

Una vez soñé con convertirme en una talentosa persona que salvara vidas, más no la suya.

Pero luego de una serie de eventos desafortunados vi esos sueños estrellarse y dividirse como un millón de estrellas en el cielo nocturno.

Terminaron siendo sueños chispeantes y rotos.

Pero en realidad no me importó porque sabía que se necesita obtener todo lo que siempre quisiste y luego perderlo para saber lo que es la libertad en verdad.

Cuando la gente que solía conocer descubría lo que había estado haciendo como estaba viviendo, me preguntaban por qué, pero no tiene sentido hablar con gente que tiene hogares.

No tienen idea de lo que es buscar seguridad cuando todo a tu alrededor amenaza con destruirte.

Que tu hogar sea cualquier lugar en el que recuestes tu cabeza.

Siempre fui un chico inusual.

Mi sol me dijo que tenía un alma camaleónica. Ninguna brújula moral me señala hacia el norte. Sin personalidad fija

Solo una indecisión interna que era tan amplia y tan vacilante como el océano. Y si digo que quisiese que mi vida fuera diferente estaría mintiendo, porque estoy consciente de la realidad que invade mi alma.

Porque nací para ser el otro.

El que no pertenecía a nadie.

El que pertenecía a todos.

El que no tenía nada.

El que quería todo.

Con una fogata para cada experiencia y una obsesión con querer la libertad que me aterrorizó hasta el punto de que ni siquiera podía hablar de ello.

Y me empujaba a un punto nómada de locura que me deslumbro y me mareo.

No teníamos nada que perder, nada que ganar, ya nada que deseamos. Excepto hacer de nuestras vidas una obra de arte.

Vive rápido. Muere joven. Sé salvaje.
Y diviértete.

¿Quién eres?

¿Has creado una vida para ti mismo donde estés contento con tu día a día?

Yo no lo he hecho, ni siquiera sé si pueda.

Estoy jodidamente loco, lleno de un caos en mi interior.

No soy libre, ni siquiera de mi propia mente.

Y espero que no llegues a ser como yo.

Sé alguien, sé libre, sé loco.

Sé tú.





Sé tú

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El caos que implica amar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora