"¿Cuánto costaría toda una vida a tu lado?"
[...]
Una noche, un callejón.
Un hotel de lujo, una suma de dinero, un alma rota y otra vacía.
Zander Benson sobrevive sus días bajo una máscara llamada Adonis, una figura enigmática cuya habilidad para e...
¿No es tan difícil, muchacho, gustarte o amarte? Entonces, ¿por qué tengo el corazón roto?
Lana del Rey - Million Dolar Man.
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—Estás enamorado de él —asegura Christian de sólo ver la expresión en el semblante del azabache.
—Traté con todo mi ser de no hacerlo... —su voz se quiebra—. En serio lo hice, porque vamos, es obvio que es algo imposible.
Chris niega.
—Eso es algo que va más allá de ti. Zander, nosotros no sabemos lo que es imposible hasta que sucede y tampoco podemos controlarlo todo, el corazón es impredecible, es incontrolable. Si no dejas que suceda, jamás sabrás si era posible.
—Tengo miedo, Christian. El miedo es lo que me ha frenado todo este tiempo porque... —sus ojos se tornan cristalinos mientras habla—. Al final de la semana, al final del día, quien se quedará parado en la misma esquina noche tras noche en espera de que él vuelva seré yo...
—Entonces no vuelvas a esa esquina —contesta el rubio al instante.
—¿No volver?
Christian asiente.
—Al final del día, al final de la semana, al final de todo, no vuelvas ahí. No te vayas de su lado. Aférrate a él, Zander. Si no es él quien se aferra a ti, hazlo lo tú.
—¿Y si no corresponde mis sentimientos? ¿Y si él quiere menos? ¿Y si yo quiero más? —Zander quiere gritar todos sus miedos y dudas, quiere respuestas, quiere razones para tomar valor.
El celular del rubio comienza a sonar dentro de su bolsillo. Christian lo saca y contesta.
—Es mi padre, disculpa. Ya vuelvo.
Zander asiente y vuelve a mirar hacia Damiano, quien ya no está en ese lugar. Lo busca con su mirada hasta que sus ojos se encuentran con los del chico ojeroso de mucho antes, quien al verlo se acerca hasta él.
—¿Te diviertes Zander? —cuestiona, deteniéndose a su lado, rozando intencionalmente sus brazos.
Zander asiente mientras sonríe alegre, alejándose un poco de ese incómodo contacto.
—Sí, la estoy pasando de maravilla.
—Debe de ser muy diferente a tu esquina en New York, ¿no? —lo mira desde su altura, con soberbia.
La sonrisa del rostro de Zander se desvanece.
—¿Qué?
—Fui yo quien compró el silencio de todos, Adonis —lleva su mano hasta la espalda baja de Zander—. Te conozco mejor que nadie aquí, ¿Marco está bien?
