Primera noche sin él

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Marco

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Marco.

Despierto el jueves, con el final del atardecer y el inicio del anochecer. Me reciben paredes blancas, murmullos tenues y un agradable aroma a canela.

Una rutina desconocida pero no extraña.

Dolorosa pero no sofocante.

Repetitiva pero no usual.

Las cosas suceden de forma automática, siguiendo su curso natural. Es como un algoritmo que comienza cuando mis ojos se abren y no encuentran su rostro frente al mío. Lo que sigue después siempre gira en torno a atardeceres impregnados en melancolía, puestas de sol marchitas, noches largas y solitarias, y un punzante anhelo de ver llegar el amanecer; en espera de ver a Zander volver.

Una conocida urgencia de sentir el calor de sus brazos envuelve mi cuerpo, revolviendo mi interior. Levanto mi mirada y aunque todo se siente de la misma forma, luce extrañamente diferente.

Las paredes agrietadas del departamento han sido reemplazadas por los muros blancos de la habitación del hospital, el olor a humedad y a café recién preparado se ha tornado en un dulce aroma a canela y desinfectante, y el silencio sepulcral, ese maldito silencio que tanto detesto, ha sido reemplazado por murmullos y pasos provenientes del pasillo.

Pero la soledad. Sí, la soledad, la tristeza y la culpa no cambian.

Jamás lo hacen.

Es como si estuvieran profundamente adheridas a cada célula de mi cuerpo, sin intenciones de abandonarme y siguiéndome a cada lugar al que voy.

Mi celular suena con el tono especial que tengo para él. Ride de Lana del Rey. Mi corazón flaquea y se alegra. Contesto, dice pocas palabras, lo aliento y cuelga.

Mi mente aún trata de procesar lo que Zander ha dicho, al parecer tantos sedantes la han atrofiado porque no logro llegar a comprenderlo.

Entiendo que ha dicho que se marchará durante una semana, sin embargo, no logro resolver la razón...

¿Por qué se va justo ahora cuando mis días están contados?

¿Por qué me está dejando?

Quisiera mentirme a mí mismo y decirme que no me siento herido, sin embargo, estos días así es como me ha hecho sentir Zander.

Primero, me oculta cosas, llega con la piel marcada y con una sonrisa de felicidad genuina, incluso, me atrevería a decir que está enamorado.

Segundo, había llegado destrozado, llorando a mares y herido, y por sobre todo, mintiendo, alegando que se había caído, cuando ambos sabíamos que no había sido así.

Y ahora, aquí está la tercera y la vencida, él marchándose una semana a Bangkok, avisándome por sólo una llamada...

Desearía que no fuera lo que estoy pensando pero todo apunta a que quizás, él no volverá más a mí.

El caos que implica amar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora