Capítulo 18

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Es un mundo cruel, pero no nos importa. Porque lo que tenemos, tenemos que compartirlo.

Lo que no le digas a nadie, me lo puedes decir.

Lana del Rey - Cherry Blossom.

Lana del Rey - Cherry Blossom

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“Por favor”

“Por favor, Dios...”

Todas las tardes, cuando era un niño, Zander siempre oraba. Imploraba que las noches cesaran y nunca más llegaran, deseaba que el sol jamás pudiera volverse a ocultar y así entonces estaría resguardado de todos, nadie jamás podría hacerle daño y la oscuridad jamás volvería a nublar sus días.

Sin embargo, después de ese sombrío tiempo en el que jamás fue oído, después de haber sido ignorado luna tras luna, él nunca más volvió a orar, sus labios jamás volvieron a pronunciar plegaria alguna.

“Salva a Marco.

Salva a Marco, por favor, Dios, sálvalo...”

Pero ahora, en ese instante en el que se siente tan desesperado y asustado, se encuentra orando desde los más profundo de su corazón, suplicando por la misma razón dueña de todas y cada una de las plegarias que alguna vez pidió con tanta devoción; implorando que la luz de su sol no deje de brillar, rezando para que la oscuridad no nuble nuevamente sus días, su vida.

—Es aquí —susurra el conductor del taxi, sacándolo de sus profundos pensamientos—. Ten fe y todo saldrá bien.

Zander respira hondo, abre la puerta del auto y baja, corriendo lo más rápido que sus piernas se lo permiten. El frío viento choca contra su rostro, las gotas de lluvia empapan su cuerpo, se sienten pesadas y frías.

Una tormenta en medio de la primavera.

“Irónico”, piensa.

Sin embargo, no le resulta extraño.

La lluvia siempre ha estado presente en los peores momentos de su vida; cuando se convirtió en un prostituto, cuando Michel se marchó, y ahora, justo en el momento en el que está por perder a su sol.

La tempestad siempre sabe cuando aparecer; la tormenta nunca termina.

Su mente está tan hundida en sus pensamientos, sus ojos no observan lo que hay frente a ellos y su interior se encuentra deshecho. Todo se siente tan irreal, como una horrible pesadilla de la que no se puede despertar. Zander corre a toda velocidad por el estacionamiento del hospital, sin permitirse parar a descansar, sin permitirse ser débil.

A mitad de su camino, antes de que siquiera pueda reaccionar, un auto lo golpea, haciendo su cuerpo rodar sobre el pavimento, lanzándolo varios metros. Su traje negro se rasga al igual que su piel, pero él no siente dolor ni temor.

El caos que implica amar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora