Segunda noche sin él

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Marco

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Marco.

Despierto el viernes por la mañana, me abriga la suave brisa de primavera que entra por la ventana y la cálida sensación de los rayos del sol que se reflejan sobre mi piel.

El amanecer luce tenue y sombrío, callado y sofocante.

Doloroso.

Las ganas de llorar como si no hubiera mañana me abordan y me revuelven las tripas. La rutina de mi día a día se está viendo abruptamente interrumpida, dejándome desorientado y confundido.

Nunca me he considerado posesivo, pero soy consciente de que el miedo te hace rozar límites que nunca antes te hubieras atrevido a tocar.

Miedo a morir, en mi caso.

Y mi único deseo, aunque egoísta, es tener a Zander sólo para mí. Aprovechar de su compañía todo lo que pueda antes de que suceda lo inevitable. Quiero pasar mis últimos días a su lado, sin compartirlo.

Me encuentro varado en la delgada línea que hay entre mi felicidad y la suya, entre hacer una llamada, obligándolo a volver y una muerte solitaria, sin él.

Soy tan despreciable, lo sé, pero incluso así lo quiero de vuelta, a él, mi paraíso en vida, Zander.

Mi interior comienza a hacerse estragos, el temor y la angustia nublan mi razonamiento y me llevan a rozar la locura. Me pregunto si viviré lo suficiente para verlo volver, cuánto tiempo pasará hasta que deje de sentir, cuantos mañanas me quedan por ver...

Y entonces pienso, que si Dios existe y me encuentro con él, definitivamente, lo abrazaré con todas mis fuerzas, muy agradecido por haber puesto a Zander en mi camino.

Sin embargo, después le reclamaré, le gritaré por haberme convertido en una carga y finalmente, le rogaré. Le imploré por la felicidad de Zander y por una segunda vida a su lado, una más alegre y brillante, una donde nada ni nadie nos pueda separar.

Ni siquiera la muerte.

Picoteo con mis dedos la gelatina verde que la enfermera ha traído para mí, a pesar de que me siento hambriento, me es imposible comerla. Las náuseas han incrementado drásticamente de un día a otro y eso no es bueno.

Sí, definitivamente tengo miedo.

Sí, definitivamente tengo miedo

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El caos que implica amar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora