Trata de una chica que buscaba legalizarse en un país extranjero para su desarrollo en el ámbito laboral. Entró a trabajar en una aerolínea de forma temporal, donde conoció al Señor Cribans; uno de los socios fundamentales de la empresa, que se obse...
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26 septiembre 2022
Kailay Real
"Este mundo lo controlaban solo los que tenían el dinero y el poder".
Ans Cribans no era la excepción, podía llegar a ser muy cruel si se lo propusiera. Debatía en mi interior el odio y el amor. Me sacaba de quicio el imbécil y no sabía cómo detenerlo.
—¡Buenos días! —saludé entrando a la oficina de Dania.
—¡Buenos días! —respondió con la mirada decaída. —Toma asiento, necesito hablar contigo —pidió.
Con el corazón zumbando en mi sistema auditivo me senté, sabía a lo que venía y sabía que Ans era capaz de cumplir con su amenaza. A él no le importaba a los demás solo hacía y deshacía a su antojo.
—¿Puedo saber que te traes con Cribans?
Nada.
—Kailay dime la verdad —... la rubia. —No sé qué le hiciste, pero deberías ir a pedirle disculpas. Cribans es el segundo dueño de esta empresa y créeme que es cruel y todos aquí hacen lo que él quiere y si él quiere que no vuelvas a poner un pie aquí lo hace —comunicó.
—No tengo porque pedirle disculpas a nadie, ni por dueño del mundo que sea.
—No seas orgullosa y hazlo sino perderás el trabajo —trató de hacerme entrar en razón.
—No —negué seguro de mi posición. —Esta no es la única empresa en la que puedo trabajar.
—Lo siento mucho, pero debo despedirte —dijo apenada.
—No te preocupes, me la sé emplear sola.
—Te depositarán el pago a tu cuenta.
—Gracias.
—Puedes retirarte —se levantó a abrazarme.
El hijo del de abajo me despidió. Me estaba haciendo un gran favor, aunque no lo sabía. Alejarme de él era mil veces mejor que quedar a aguantarlo.
—¿Qué pasa? —preguntó Pam, mientras recogía mis cosas.
—Lo hizo.
—¿Qué?
—¿Qué pasó? —inquirió Vicky.
—La despidieron.
—No pueden despedirte, estas por temporada —dijo Lara. —Yo voy a hablar con Dania haber.
—Sí, yo también —secundó mi amiga. —No es justo que ese idiota haga lo que se le pega la gana.
—¿Qué idiota? —replicó la negra.
—¡Ya chicas! —exclamé. —Como quiera me quería ir, al despedirme me hicieron un favor.
