004.

106 16 4
                                    

— Buenos dias, Sana. — Saludó Jisoo despertando a un lado suyo, como era costumbre algunos fines de semana Sana iba a dormir en la casa de la pelinegra. Pero Jisoo realmente necesitaba algo de compañía, luego de la noche anterior (el cual fue un caos para el corazón de Jisoo) ni siquiera podía conciliar el sueño. 

Sana la miró somnolienta, apenas podía abrir sus ojos, la miró como pudo y dejó un rápido beso en su frente antes de levantarse. Sana podía ser cariñosa y todo, pero siempre fue así, no solo con Jisoo.

Luego de media hora, ambas adultas se encontraban desayunando unos deliciosos panqueques hechos por la misma Kim Jisoo.

— ¿Harás algo hoy? — Preguntó Sana llevándose un pedazo de comida a la boca. La pelinegra la miró y se quedó pensando.

— mhm, la verdad no lo sé. Creo que pondré mi casa en orden e iré a hacer las compras.

— Pero parece que habrá una tormenta. — miró su teléfono y apuntó a la pantalla, era cierto, marcaba una fuerte tormenta.

— En ese caso, espero que llegue bien a tu casa. — agarró los platos sucios y comenzó a lavarlos. Sana la miro incrédula, dios, Jisoo podía ser tan estúpida a veces.

— ¿Solo eso? Estuve para ti ayer como me lo pediste y ahora sólo ¿te deshaces de mi? — se levantó de la silla y tomó sus cosas. — Puedes ser una idiota cuando quieras, Jisoo.

Y sin más salió de la casa.

Kim se dio la vuelta para comprobar si se había ido, observó la casa vacía y con un suspiro sintiéndose pésima, volvió a lavar los platos. Tenía mucho en la cabeza y realmente no estaba para seguir atormentándose para más, luego de todo iría con Sana a pedirle perdón. De todas formas son compañeras de trabajo y ambas sabían el límite en el que estaban.

[...]

— No no no, dalgom entra ya, ¿no ves lo fuerte que está lloviendo? — abrió la puerta principal dejando que su perrito ya todo mojado entre a la casa con una cara de "yo no hice nada". Jisoo rodó los ojos y antes de cerrar la puerta vió como un auto blanco se estacionaba frente a su casa y de ahí bajaba Rosé.

Jisoo abrió su boca sorprendida y a un  costado estaba dalgom observando con ella. Rosé corrió hacia la entrada con la lluvia cayendo encima de ella.

— Jisoo. — fue lo primero que dijo al llegar.

— Pero... ¿que haces aquí? — dijo medio confundida. Rosé la miró suplicante por unos segundos.

— ¿Puedes dejarme pasar por favor? Esta lloviendo.

Jisoo rápidamente se hizo a un lado dejándola pasar, cerró la puerta detrás de ella y le ofreció sentarse en su sofá. La miró con su cabello a medio mojar, su ropa con algunas gotas de lluvia. Rosé seguía siendo jodidamente hermosa.

— ¿Quieres algo.. o?

Rosé se levantó de su asiento solo para sentarse a lado de la mayor, sonrió y le dijo.

— Creciste mucho.

— Mhm, lo hice. Tu también, Rosé.

Jisoo iba a morir ahí mismo. Rosé la estaba viendo y estaba tan cerca de ella que juraba que si se acercaba un poco más iba a gritar, pero de la emoción.

— Traje galletas de chocolate. — la rubia mostró lo que tenía en sus manos. — Son para ti, tus favoritas o los eran, ya no lo sé.

Jisoo solo agradeció incómoda.

Todo la habitación se llenó de silencio, solo se escuchaba la lluvia caer y a dalgom jugando con la almohada de la sala. La cabeza llena de confusión y preguntas, ¿por qué viene ahora? ¿Que quiere de mi?
Después de todo este tiempo ella solo vuelve como si nada, no la estaba culpando, fue Jisoo quien se fue de su lado. Ambas adultas no se hacían cargo de sus acciones en años pasados.

𝘗𝘙𝘖𝘔𝘌𝘚𝘈.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora