Nueva York 1950
Otoño
Danzel Gallagher.
La comida transcurrió en un silencio tenso, conmigo devorando cada bocado mientras mis ojos nunca abandonaban el rostro de Alex. Podía percibir la incomodidad y el miedo bullendo bajo esa fachada sumisa que mi jazmín inglés se esforzaba por mantener.
Con movimientos deliberados, aparté mi plato vacío y me puse de pie. Rodeé la mesa hasta situarme junto a Alex, quien se tensó de inmediato ante mi cercanía amenazante. Esbocé una sonrisa ladina al ver su respuesta condicionada.
"Pronto visitaremos a mis padres, cariño", ronroneé, extendiendo una mano para acariciar su cabello en una falsa muestra de afecto. "Ha pasado demasiado tiempo desde que los vimos." Alex tragó saliva de forma audible, pero permaneció en tenso silencio, aguardando mis próximas palabras con temor mal disimulado. Lentamente, me incliné hasta que mis labios rozaron el contorno de su oreja. "Más te vale comportarte de manera intachable durante esa visita", susurré con voz gélida cargada de amenaza implícita.
"Porque si llego a presenciar el más mínimo atisbo de traición de tu parte, me aseguraré de arrancarte todo lo que amas en este mundo." Pude sentir el estremecimiento que lo sacudió ante la oscura promesa en mis palabras. Alex apretó los puños sobre la mesa, conteniendo quizá el deseo de protestar o suplicar.
Pero ambos sabíamos que cualquier desafío sería inútil. Manteniéndome en esa posición dominante e intimidante, continué con falsa dulzura: "La cena estuvo exquisita, mi dulce jazmín. Cada día me deleitas más con tus habilidades hogareñas."
Entonces, me enderecé y me aparté de él con una última sonrisa siniestra, dejando que un aire de incertidumbre planeara entre nosotros. Porque Alex sabía que yo jamás haría una amenaza en vano, y que cualquier rebeldía sería sofocada con mano de hierro.
Me retiré al sofá, encendiendo un habano y dejando que la bruma del humo me envolviera. Desde ahí, observé a Alex recoger los platos y trasladarse a la cocina para iniciar las tareas de limpieza. Una sonrisa ladina curvó mis labios ante esa visión casi idílica de domesticidad.
"Alex, cariño", llamé con voz empalagosamente dulce. El tono de mi voz hizo que mi esposo se tensara de inmediato. "Ven aquí un momento, por favor." Alex obedeció a regañadientes, secándose las manos antes de reunirse conmigo en la sala.
Su mirada reflejaba cautela, quizá temiendo cuál sería el próximo capricho que le exigiría cumplir. "Estoy algo fatigado después de nuestro largo viaje", comenté con suavidad. "Necesito que me consientas un poco." La mandíbula de Alex se tensó, pero asintió en señal de resignada sumisión. Se puso a gatas junto al sofá donde me encontraba y comenzó a murmurar algo que no logré percibir.
Fácilmente podría castigarlo por decir algo sin mi permiso, pero hoy me sentía generoso, así que lo dejé pasar. "Eso es, mi buen esposo", ronroneé con satisfacción, exhalando una bocanada de humo. "Muéstrame cuánto aprecias tener un hogar y un compañero que cuidar." Alex contuvo la respiración cuando aparté mis pies ahora descalzos y los coloqué sobre su regazo en una muestra de dominio.
Sus ojos se encontraron con los míos un instante, antes de apartar la mirada con gesto abatido. "Frota mis pies, ayúdame a descansar como es tu deber", ordené con tono caprichoso. A regañadientes, Alex comenzó a masajear la planta de mi pie con sus elegantes dedos.
Pude ver la humillación reflejada en su semblante, pero también esa llama de obediencia que lo hacía acatar cualquier demanda mía por más denigrante que fuera. "Excelente, mi dulce jazmín inglés", lo elogié con una sonrisa satisfecha. "Sigue así y quizá te recompense por ser un esposo tan complaciente."
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OBSESIÓN (vol.1)
Детектив / ТриллерEn la sociedad reprimida y prejuiciosa de la década de 1950, Danzel, un agente del FBI, se obsesiona con Alex, su antiguo amor universitario. Tras años de búsqueda, Danzel logra encontrar a Alex y, aprovechando su posición de poder, lo chantajea par...