capítulo 4

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Nueva York 1950

Danzel Gallagher

Las semanas de meticulosa investigación han dado sus frutos como uvas maduras listas para ser exprimidas. Mi arsenal de "evidencia" contra Alex es una obra maestra de falsificación: correspondencia fabricada con supuestos agentes soviéticos, registros bancarios alterados que sugieren donaciones a organizaciones izquierdistas clandestinas, todo elaborado con la precisión de un relojero suizo.

Los testimonios de mis "testigos confiables" son otra pieza maestra de manipulación. Cada declaración ha sido cuidadosamente ensayada, cada detalle pulido hasta la perfección. La red que he tejido alrededor de Alex es tan intrincada como invisible, esperando el momento preciso para cerrarse sobre él.

El agente jefe Thomas no dudó en asignarme el caso cuando le presenté mis "preocupaciones" sobre posibles infiltrados comunistas. Mi reputación inmaculada y mi historial de casos resueltos fueron el cebo perfecto. Ahora, con la autoridad necesaria en mis manos, puedo dirigir esta investigación exactamente hacia donde deseo.

Mientras repaso los últimos informes en mi oficina, la nueva información sobre Alex me produce un escalofrío de placer. Mis agentes han descubierto que recientemente ha estado investigando casos de derechos civiles, defendiendo a minorías en Chicago - una perfecta adición a mi narrativa de "simpatizante comunista". También han encontrado que frecuenta una librería especializada en literatura política en el norte de la ciudad, donde pasa horas los domingos por la tarde. Sus rutas son predecibles: sale de su casa en Lake Forest a las 7:15 AM, toma el tren de las 7:45, llega a su despacho en el Loop a las 8:30. Los martes y jueves entrena en un gimnasio cercano a su oficina.

Pero el hallazgo más intrigante es su participación en un grupo de debate político que se reúne mensualmente en una cafetería del vecindario de Logan Square. Perfecto. Absolutamente perfecto para mis propósitos.

Mi concentración se ve interrumpida por el sonido de tacones acercándose. Camila. Su presencia me provoca un recordatorio nauseabundo de aquella única noche de intimidad que compartimos hace tres meses, cuando la presión por mantener las apariencias se volvió insostenible. El recuerdo de sus manos sobre mi cuerpo, de sus labios hambrientos buscando los míos, me revuelve el estómago. Fue una experiencia que me dejó sintiéndome sucio, contaminado. Tuve que ducharme durante horas después, frotando mi piel hasta dejarla roja, intentando borrar cada rastro de su toque.

"Danzel, cariño", su voz melosa interrumpe mis pensamientos mientras entra en mi oficina. "¿Cuándo vas a dejar de ser tan esquivo conmigo? Desde aquella noche has estado... distante".

Contengo una mueca de disgusto al recordar esa noche. "Camila, ya hemos hablado de esto. Soy un hombre tradicional, y prefiero que nuestra relación avance con calma".

Ella cierra la puerta con llave, una mirada depredadora en sus ojos. "Han pasado tres meses desde que me dejaste saborearte, Danzel. Tres largos meses desde que te tuve temblando bajo mis caricias. ¿No extrañas esa conexión?"

Mi estómago se revuelve ante sus palabras. Aquella noche no temblaba de placer, sino de repulsión contenida. Cada caricia suya fue una tortura que tuve que soportar para mantener mi fachada.

Antes de que pueda responder, ella se acerca, sus manos desabrochando mi camisa. El pánico amenaza con apoderarse de mí, pero años de autocontrol me permiten mantener la compostura.

El teléfono suena, una intervención divina que agradezco en silencio. "Debo atender, podría ser importante", me excuso, esquivándola.

"Señor Gallagher", la voz de mi agente transmite urgencia. "Hemos encontrado algo significativo. El objetivo ha estado recibiendo correspondencia regular de Inglaterra. Cartas personales que llegan cada mes a un apartado postal privado".

OBSESIÓN (vol.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora