Capitulo 15

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Nueva York 1950

Otoño

Danzel Gallagher

Los días transcurrieron en una calma tensa después del enfrentamiento con Camila. Mientras Alex parecía esforzarse por recuperar nuestra rutina habitual, yo me sumergí en un estado de vigilia constante.

Dedicaba horas a rastrear los movimientos de mi ex amante, intentando encontrar cualquier debilidad o resquicio que pudiera utilizar para eliminarla como amenaza definitiva. Había subestimado su astucia y ahora pagaba el precio.

Camila se había vuelto casi intangible, como un gato escurridizo que disfruta burlándose de sus perseguidores. Sus pasos eran cubiertos con una meticulosidad aterradora, sin dejar el más mínimo rastro. En más de una ocasión, la frustración por su evasividad me llevó a replantearme si realmente la había conocido tan bien como pensaba durante nuestra relación.

Con cada pista falsa, cada señuelo que me conducía a callejones sin salida, crecía la sensación amarga en la boca de mi estómago. La única información sustancial que poseía sobre Camila eran los retazos que ella misma me había revelado con sus propias palabras tiempo atrás, cuando aún tenía su confianza.

Un gruñido quedo escapó de mis labios mientras encendía otro habano, llenando mis pulmones con el humo amargo. ¿Cómo era posible que aquella mujer hubiera logrado escabullirse tan hábilmente de mi control? La subestimé en demasía y ahora representaba una amenaza mayor de lo que pensaba.

Me paseé con pasos agitados por la estancia, acariciando distraídamente el lomo de Artemisa cuando se cruzó en mi camino. La gata siseó con disgusto y se alejó, escapando de mi inquietud como si fuera algo tangible.

Alex me observaba con cautela desde su rincón, sin atreverse a interrumpir mi silenciosa cavilación. Pude percibir su temor, la forma en que su cuerpo se mantenía tenso, preparado para lo peor.

Una parte enferma de mí se regocijó al ver ese miedo reflejado en sus ojos, porque me recordaba con cruda satisfacción lo mucho que mi jazmín inglés estaba a mi merced, pendiente de mis más mínimos cambios de humor.

Con paso decidido, me acerqué y tomé su rostro entre mis manos con brusquedad. Alex contuvo la respiración, aguardando en silencio.

"No temas, mi dulce Alex", ronroneé con voz grave. "Pronto pondré fin a este pequeño... inconveniente. No dejaré que nadie nos separe."

Lo atraje hacia mí en un abrazo férreo, casi asfixiante. Un enorme suspiro brotó de mi garganta al pensar en los desafíos que Camila representaba, al rememorar las palabras de venganza que había osado lanzarme.

Nadie se burlaba de mí de ese modo sin pagar un precio. Camila había sido muy astuta al cubrirse las espaldas, pero yo era aún más implacable y frío. La encontraría, descubriría sus más oscuras flaquezas y entonces, sólo entonces, procedería a desmantelar su existencia por completo.

Porque yo era el depredador supremo en esta perversa cacería. Y Camila, el lamentable ratón que no sabía en lo que se había metido al acechar la guarida del león.

Era sólo cuestión de tiempo antes de que lograra atraparla entre mis garras y despedazarla sin miramientos.

La impaciencia me consumía mientras conducía a toda velocidad por las calles nocturnas. La única ventaja que parecía tener sobre Camila era su aparente descuido al no pedirme de vuelta la llave de su departamento. Una muestra más de su ingenuidad y soberbia.

Con los nudillos blancos de tanto apretar el volante, aparqué frente a su elegante edificio. Una sonrisa siniestra curvó mis labios al pensar en la facilidad con la que la atraparía con la guardia baja. Quizá incluso lograría arrancarle algunas respuestas sobre sus intentos de venganza.

OBSESIÓN (vol.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora