capitulo 12

108 17 28
                                    

Vermont, 1950

Alex Gallagher

La consciencia regresó como una marea negra, arrastrando consigo los restos putrefactos de la noche anterior. El techo de la habitación se materializó ante mis ojos, cada grieta una cicatriz que resonaba con mis propias heridas internas. La luz matutina que se filtraba por la ventana parecía burlarse de la oscuridad que ahora habitaba en mi interior.

El colchón se hundió levemente a mi lado. Mi cuerpo se tensó por instinto, como un animal herido anticipando otro golpe. El aroma de su colonia cara —ese aroma que en otras circunstancias podría encontrarlo sofisticado— ahora me revolvía el estómago.

"Buenos días, mi amado esposo." La voz de Danzel era suave como seda sobre vidrio molido. Sus labios rozaron mi mejilla en un beso que se sintió como el rastro de una araña. Mantuve los ojos fijos en el techo, temeroso de encontrarme con su mirada. Temeroso de ver la máscara de normalidad que cubría al monstruo que había emergido la noche anterior.

Se estiró con la languidez satisfecha de un depredador después del festín. "¿No es hermosa la mañana? Perfecta para una caminata por el bosque." Su voz rebosaba de una alegría casi infantil, como si las últimas doce horas hubieran sido un paseo por el parque y no... no...

Mi mente se negaba incluso a formar las palabras.

"Conozco un claro precioso donde podríamos hacer un picnic." Continuó, sus dedos jugando distraídamente con mi cabello. Cada caricia enviaba oleadas de náusea por mi garganta. "El aire fresco nos sentará bien."

Me observó con una sonrisa radiante, sus ojos azules brillando con algo que podría confundirse con amor si no hubiera visto la verdad que acechaba detrás. La noche anterior esos mismos ojos habían resplandecido con una crueldad animal mientras él... mientras...

"¿No te parece maravilloso, Alex?" Su tono era el de un esposo devoto compartiendo planes con su amado. La domesticidad de la escena era una perversión que hacía que mi piel se erizara.

Asentí mecánicamente, un títere con los hilos tensados por el miedo. Mi silencio pareció complacerlo; su sonrisa se ensanchó, revelando dientes perfectamente blancos que la noche anterior habían dejado marcas en mi piel.

Sin previo aviso, se abalanzó sobre mí. El peso de su cuerpo activó memorias demasiado recientes, demasiado vívidas. Mi respiración se aceleró, pero me obligué a permanecer inmóvil mientras sus labios trazaban un camino por mi cuello. Cada beso era como ácido sobre mi piel.

"Eres tan hermoso, Alex," murmuró contra mi garganta. "Me haces el hombre más feliz del mundo."

Cerré los ojos con fuerza, intentando escapar a un lugar dentro de mi mente donde su voz no pudiera alcanzarme. Pero era inútil. Estaba atrapado en esta pesadilla que se hacía pasar por vida matrimonial.

"Será mejor que nos alistemos, cariño." Se incorporó con un último beso en mi frente. "Tenemos un día memorable por delante."

La palabra "memorable" cayó como una sentencia de muerte. Cada momento "memorable" con Danzel era una nueva cicatriz en mi alma, un nuevo fragmento de mi ser que se desmoronaba en el vacío.

"¿Podrías preparar la canasta de picnic mientras me doy una ducha rápida?" Su voz flotaba desde el baño, mezclándose con el sonido del agua corriente. "Empaca algunas frutas, sándwiches, una botella de vino... todo lo necesario para un día espléndido."

Me arrastré hasta la cocina como un autómata, cada paso un ejercicio en contener el temblor de mis piernas. La canasta de picnic me esperaba sobre la encimera, su inocua presencia una burla a la pesadilla que era mi realidad.

OBSESIÓN (vol.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora