Harvard 1940
Danzel Gallagher
Las semanas se deslizaban como sombras alargadas, y mi obsesión por Alexander se enroscaba en mi mente cual hiedra venenosa, sofocando todo pensamiento racional. Cada vez que lo veía deambular por los pasillos con Janet Morrison —esa insulsa pelirroja que se aferraba a su brazo como una sanguijuela—, sentía cómo los celos corroían mis entrañas, ácidos y despiadados.
Intenté, en incontables ocasiones, acercarme a él. Anhelaba, aunque fuera por un instante, mantener una conversación trivial que pudiera grabar a fuego en mi memoria. Pero cada vez que mis labios se separaban para emitir algún sonido, las palabras se evaporaban en mi garganta, disueltas por el resplandor cegador de su sonrisa dirigida a ella.
Un día, impulsado por una valentía nacida de la desesperación, me aventuré a sentarme junto a Eddie Jones y su séquito en la cafetería. Por un efímero momento, me permití la ilusión de que podría infiltrarme en su círculo, acercándome así al objeto de mi obsesión.
“¿Puedo…?” La pregunta brotó de mis labios en un susurro trémulo, mientras señalaba el asiento vacío junto a ellos. Mi corazón latía con tal fuerza que temía que todos pudieran escucharlo.
Eddie clavó en mí sus ojos, destilando un desprecio tan puro que casi podía sentir su peso físico. Su risa, seguida por la de sus acólitos, resonó en mis oídos como el preludio de una ejecución. “¿Qué crees que haces, fenómeno? ¿De verdad pensaste que podrías sentarte con nosotros?”
“Yo… solo quería…” balbuceé patéticamente, sintiendo cómo me hundía en un océano de humillación. Todas las miradas convergían en mí, diseccionándome como a una aberración digna de estudio y lástima.“Lárgate de aquí antes de que te hagamos desaparecer,” gruñó Eddie, su voz cargada de una amenaza apenas velada. “No queremos problemas con el acosador enfermo de la biblioteca.”
Aquel epíteto infame fue como echar sal en una herida abierta. Los rumores sobre mi supuesto acoso a una estudiante en la biblioteca se habían propagado como una plaga entre el cuerpo estudiantil. Nadie creía en mi inocencia; yo era culpable por el mero hecho de existir.
“Es cierto, dicen que la dirección ya está considerando expulsarlo por sus conductas… inapropiadas,” añadió uno de los esbirros de Eddie, saboreando cada palabra como si fuera un manjar exquisito.
Las carcajadas estallaron en la mesa, cuchillos invisibles que se clavaban en mi carne. Podía sentir las miradas de los otros estudiantes a mi alrededor, observándome con una mezcla de fascinación morbosa y repulsión apenas contenida.
Con el rostro ardiendo de vergüenza y rabia impotente, me levanté y huí de la cafetería como un animal herido. En mi escape desesperado, distinguí la silueta familiar y magnética de Alex, sentado junto a Janet. Por un instante fugaz, nuestras miradas se encontraron, y creí vislumbrar un destello de compasión en sus ojos color avellana.
Pero fue solo un espejismo. En un parpadeo, su atención volvió a centrarse en su novia, regalándole una de esas sonrisas que yo codiciaba con una desesperación enfermiza. Apreté los puños hasta que mis nudillos se tornaron blancos, mientras avanzaba ciegamente por los pasillos, luchando contra las lágrimas que amenazaban con traicionar mi debilidad.
Nadie iba a defenderme, por supuesto. ¿Quién se molestaría en apoyar a alguien como yo? Los rumores y burlas eran mi castigo por ser diferente, por no encajar en sus moldes preestablecidos. Y mientras más me aislaban, más intenso se volvía mi amor no correspondido por Alex, consumiéndome por dentro con una intensidad abrumadora.
En la soledad de mi habitación, grité de rabia y frustración hasta que mi voz se quebró. Pateé y arrojé objetos a mi alrededor, liberando la ira que me invadía. Los ruidos de destrucción ahogaban momentáneamente el zumbido constante de mis pensamientos obsesivos.
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OBSESIÓN (vol.1)
Misterio / SuspensoEn la sociedad reprimida y prejuiciosa de la década de 1950, Danzel, un agente del FBI, se obsesiona con Alex, su antiguo amor universitario. Tras años de búsqueda, Danzel logra encontrar a Alex y, aprovechando su posición de poder, lo chantajea par...