Capítulo 19 (final)

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Nueva York 1950.

Último día de otoño.

Danzel Gallagher

Disfrutaba de la tranquila rutina matutina en mi hogar mientras hojeaba el periódico y saboreaba mi café negro y humeante. Era un momento de calma antes de enfrentar otro día de obligaciones en el departamento del FBI.

Sin embargo, algo llamó mi atención de reojo. Era Alex, mi precioso jazmin inglés, lavando los platos de una manera más nerviosa y agitada que de costumbre. Fruncí el ceño levemente al notar esos detalles que delataban su estado de ánimo turbado.

Bebí los últimos tragos de mi amarga infusión y me encaminé hacia la cocina con pasos seguros. Dejé la taza en el fregadero junto a Alex y lo envolví en un abrazo posesivo por la espalda, deleitándome al sentir cómo se tensaba bajo mi contacto.

"¿Sucede algo, mi amor?", ronroneé con voz melosa contra su oído, utilizando ese tono seductor que solía tranquilizarlo en mis días más indulgentes.

Alex negó con la cabeza de manera rígida, pero pude leer la mentira en sus facciones tensas. Por supuesto que me ocultaba algo, conocía muy bien cada una de sus facciones como para saber que algo no andaba bien.

Fruncí los labios con creciente molestia ante su negativa, detestando cada vez que osaba resistirse a mi voluntad. Apreté mi agarre en torno a su cintura en una silenciosa advertencia.

"No me mientas, Alex," insistí con voz grave, dejando que la amenaza implícita se filtrara en mis palabras ahora carentes del tono meloso inicial. "Dime qué te atormenta en este precioso momento."

No era una pregunta, sino una orden que esperaba obediencia inmediata de su parte. Porque puede que lo amara y protegiera, pero tampoco toleraría su desobediencia o secretos entre nosotros.

Un gruñido amenazante brotó de mi garganta al escuchar a Alex negarse nuevamente. Era como si disfrutara tentando mi paciencia con su testarudez, algo que no hacía más que avivar las oscuras llamas del deseo por someterlo por completo.

Con todas las fuerzas que tenía me contuve las ganas de estrellar su delicado rostro contra la pared allí mismo. En vez de eso, lo solté de mi abrazo con un suspiro de resignación y me alejé unos pasos, mirándolo con ojos entornados.

"Haré como que te creo esta vez, amor mío," dije con voz sedosa aunque desprovista de su tono meloso inicial. "Pero si llego a descubrir que me has mentido..." Dejé las palabras colgando en el aire, permitiendo que la amenaza velada hiciera su efecto.

Chasqueé la lengua en un gesto de decepción antes de darme la vuelta con aire digno. En lugar de perder más tiempo en forzar su honestidad, decidí dedicarme a disfrutar de mis placeres personales matutinos.

Tomé un habano de mi humidor de cedro y lo encendí con una calada profunda, dejando que el humo amaderado se deslizara por mi garganta. Era importante mantener la calma y recordar que Alex eventualmente cedería, como siempre lo hacía.

Me acomodé en mi sofá de cuero favorito, cruzando las piernas en un gesto de indolente relajación. Coloqué con cuidado mis gafas de lectura sobre el puente de mi nariz y tomé entre mis manos la última novela de misterio que había estado devorando.

Una sonrisa oscura curvó mis labios al recrear mentalmente las retorcidas tramas de asesinatos y engaños plasmadas en sus páginas. Eran un saludable recordatorio del tipo de oscuridad que se esconde en la mente de los hombres... y de lo hábil que tenía que ser para descubrir tales secretos.

Tomé otra calada del habano, dejando que el humo se arremolinara frente a mi rostro antes de ser expulsado. A través de aquella bruma pude apreciar el cielo inmaculado y el clima perfecto de aquel día.

OBSESIÓN (vol.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora