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⛓ Veintisiete ⛓


Comemos la última papa en algún momento a finales de noviembre.

El rostro de Woohyun está tan demacrado que sacaría un sifón de mi propia grasa corporal para dársela si tuviera alguna.—Algo siempre está tratando de matarme —digo un día, mientras nos sentamos a observar el fuego. El suelo es nuestro lugar constante para pasar el rato, en el ático —tan cerca del fuego como podamos estar. Luz y calor. Luz y calor. Los barriles de diésel en la cabaña están vacíos, los botes de rabioles en la despensa están vacíos, el generador está vacío. Hemos talado los árboles en nuestro lado de la cerca. No hay más árboles. Observé a Woohyun darles machetazos desde el ático de la ventana susurrando—: Deprisa, deprisa… —hasta que los cortó y arrastró dentro los troncos para quemarlos. Pero hay nieve, mucha nieve. Podemos comer nieve, bañarnos en nieve, beber nieve.

—Eso parece, sí. Pero hasta ahora nada ha sido capaz de hacerlo.

—¿Qué?

—Matarte —dice él.
Ah, sí. Con qué facilidad mi cerebro va de un lado a otro cuando no hay comida para mantenerlo en su lugar.

Qué suerte la mía.—Nos estamos quedando sin comida, Sunggyu. —Me mira como si realmente necesitara
que lo entienda. Como si yo nunca he visto la maldita despensa y la nevera. Los dos hemos perdido tanto peso que no sé cómo podría ignorarlo. Sé que nos estamos quedando sin: comida… leña… esperanza…

Woohyun coloca las trampas que encontramos en el cobertizo, pero con una cerca eléctrica no estamos seguros de cuántos animales pueden llegar hasta nuestro lado sin ser fritos en primer lugar. Nuestra energía está apagada, pero la cerca permanece
encendida. El zumbido de la electricidad se siente como una bofetada a la cara.—Si nuestro generador se quedó sin energía, tiene que haber otra fuente de energía en la propiedad.

Woohyun pone otro leño en el fuego. Arde con cuidado en la madera, y yo cierro los ojos y digo, más caliente, más caliente, más caliente…—Todo ha sido planeado, Sunggyu —dice—. El guardián del zoológico quiso que nos quedemos sin combustible en el generador la misma semana que estuviéramos sumergidos en una oscuridad permanente. Todo lo que está pasando ha sido planeado.

No sé qué decir, así que no digo nada.—Tenemos suficiente para otra semana, tal vez, si somos cuidadosos —me dice.

La misma pregunta de siempre rebota por mi cerebro. ¿Por qué alguien pasaría por todos estos problemas para tenernos aquí, sólo para dejarnos morir de hambre y congelarnos? Digo mi pregunta en voz alta.

Woohyun responde con menos entusiasmo del que pregunté. —Quienquiera que haya hecho esto está loco. Tratando de darle sentido a su locura te hace igual de loco.

Supongo que tiene razón. Pero yo ya estoy loco. Tres días después nos quedamos sin comida. Nuestra última comida es un puñado de arroz cocinado al fuego en una olla que Woohyun apareja con postes metálicos que encontró en el cobertizo. Es apenas lo suficientemente suave para masticar. Woohyun me da la porción más grande, pero lo dejo casi todo en mi plato. No me importa si muero de hambre. La única verdad es que voy a morir. Cuando por fin encuentren mi cuerpo no quiero que me abran y vean arroz medio digerido en mi estómago. Se siente insultante. Los prisioneros siempre consiguen la elección de una última comida.

¿Dónde está la mía? Pienso en las cáscaras de papa que comí en el lavabo. Se siente bien ahora, saber que no las desperdicié. Comimos café molido la semana pasada para el desayuno. Fue casi divertido al principio, como algo salido de una historia de horror de supervivencia, pero cuando obstruyeron mi garganta con su amargura, tuve ganas de llorar.
Me envuelvo más apretadamente en mi manta. Hace mucho frío, pero sólo quemamos dos leños al día. Si podemos conseguir pasar la cerca, podemos cortar los árboles para la alegría de nuestros corazones. A veces veo a Woohyun afuera mirándola, con las manos en sus bolsillos y la cabeza agachada. Él camina hacia arriba y hacia abajo con un destornillador que encontró en el cobertizo, sosteniéndolo contra los postes para ver qué tan lejos salta la chispa. Creo que está esperando por un día en que el guardián del zoológico lo olvide. Ya hemos talado cualquier cosa que puede quemarse, incluyendo el propio cobertizo. Las puertas de la casa están hechas de fibra de vidrio o
las habríamos utilizado también. Hemos quemado muebles. Woohyun aserró y cortó las camas hasta que sólo quedaron los marcos de metal. Hemos quemado libros. ¡Dios… libros! Quemamos rompecabezas, incluso bajamos los cuadros de Oleg Shuplya, primero por sus marcos de madera y, finalmente, también habíamos lanzado el papel. Podría llamar a esta situación mi propio infierno personal, pero el infierno es caliente.

Vena Sucia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora