⛓ El Carrusel

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⛓ Carrusel ⛓


Hay un carrusel en Mukilteo.

Colocado en una arboleda de hojas perennes en el fondo de una colina llamada El Espinazo Del Diablo. Los animales empalados en esa atracción están furiosos, sus ojos rodando, cabezas echadas atrás como si algo los hubiera puesto nerviosos. Es lo que esperarías de una atracción colocada en el coxis del diablo. Woohyun me llevó ahí para mi trigésimo cumpleaños, en el último día del invierno.

Recuerdo estar sorprendido de que supiera que era mi cumpleaños y que supiera donde llevarme. No a una cena pretensiosa, sino a un claro en el bosque donde un poquito de magia oscura todavía habitaba.—Como tu médico, tengo acceso a tus historiales —me recordó, cuando le pregunté
cómo lo sabía. No me diría donde íbamos. Me cargó dentro de su auto y puso a reproducir una canción de rap.

Hace seis meses mi música era sin palabras, ahora estaba escuchando rap. Woohyun era un virus.

El Espinazo del Diablo es curvado como una serpiente; es un camino empinado de roca que medio caminas, medio patinas hacia abajo. Woohyun me sostuvo la mano mientras caminábamos, apartando bruscamente rocas redondeadas que sobresalían del suelo como vértebras en una columna. Cuando nos adentramos al círculo de árboles, la luna ya estaba cerniéndose sobre el carrusel. Mi aliento se ahogó.

Inmediatamente, sabía que no había nada correcto. Los colores estaban mal, los animales estaban mal, el sentimiento estaba mal. Woohyun le entregó cinco dólares a un viejo sentado en los controles. Él estaba comiendo sardinas de una lata con los dedos. Metió los cinco dólares en el bolsillo del frente de su camisa y se puso de pie para abrir el portón.

—Elige con sabiduría —susurró Woohyun mientras cruzábamos el umbral. Fui a la izquierda; él a la derecha.

Había un carnero, un dragón y un avestruz. Los pasé. Esto se sentía importante, como si lo que escogiera para montar en mi trigésimo cumpleaños dijera algo. Me detuve al lado de un caballo que lucía más furioso que asustado. Negro con una flecha atravesando su corazón. Su cabeza estaba inclinada como si estuviera listo para luchar, flecha o no. Elegí ese, mirando sobre el hombro a Woohyun mientras balanceaba mi pierna sobre la silla de montar. Él estaba a un par de filas, ya en un caballo blanco. Tenía una cruz roja en su silla y sangre en sus cascos.

Perfecto, pensé.

Me gustó que él no sintiera la necesidad de montar a mi lado. Tomó su decisión tan seriamente como yo tomé la mía, y en el final cada uno montó solo. No había música. Sólo el sonido de los árboles y el de la maquinaria. El viejo nos dejó montar dos veces. Cuando se acabó, Woohyun se acercó para ayudarme a bajar. Su dedo acarició mi meñique, el cual estaba todavía envuelto alrededor del mástil agrietado que atravesaba mi caballo. —Estoy enamorado de ti —dijo. Busqué al viejo. No estaba en su lugar. No estaba en ningún sitio. —Sunggyu…

Tal vez se fue a conseguir más sardinas. —¿Sunggyu?

—Te escuché.

Me deslicé fuera del caballo y me puse de pie enfrentando a Woohyun. Mi cabello estaba ordenado o habría comenzado a desordenarlo. Él no estaba muy lejos de mí, tal vez sólo a la distancia de un solo paso. Estábamos encajados entre dos caballos de carrusel ensangrentados y embelesados con la muerte.

—¿Cuántas veces ha estado enamorado, Doctor?

Se levantó las mangas hasta los codos y miró a los árboles detrás de mi hombro. Mantuve los ojos en su rostro así no vagarían a la tinta en sus brazos. Sus tatuajes me confundían. Me hacían sentir como si no lo conociera en absoluto. —Dos veces. El amor de mi vida y ahora mi alma gemela.

Vena Sucia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora