Prólogo

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El Mortetum se encuentra atestado de personas. De pronto todos los problemas sociales entre los nobles y los simples ciudadanos desaparecen y se unen en nuestra contra. Esperan el gran inicio.

Los guardias ya cerraron las enormes puertas por las que nos arrojaron y todos y cada uno de nosotros sabemos que se aproxima el momento en el que lucharemos por nuestra vida. Solo uno saldrá con ella de aquí.

Nos miramos precavidos, tensos de pies a cabeza. Por un momento mis ojos se encuentran con los del hombre de enfrente e inmediatamente me arrepiento de haber mirado en esa dirección. Él vendrá a por mí, quiere matarme con sus propias manos y no dejará que nadie más lo haga. Me lo dejó demasiado claro antes de que fuéramos traídos.

El enorme bullicio dentro de las tribunas disminuye y hace que preste más atención fuera de la burbuja de miedo que he creado alrededor de las diez personas que pelearán con garras y dientes. Alguien ha salido al balcón real.

Y aunque se encuentra un poco lejos puedo observar perfectamente quién es. Lo reconocería en cualquier lugar.

El Rey Aren.

Aprieto la mandíbula cuando sus ojos nos escanean con diversión. Quiero gritarle y reprocharle todo lo que me dijo antes de que ordenara a sus guardias que me arrastraran hasta aquí. Es un insensible.

De pronto mis ojos se nublan por las lágrimas, estoy demasiado asustada. Aun cuando él me dijo que no lo estuviera.

Cuando deja de mirarnos le da la palabra a un hombre de pelo canoso, quien le da un asentimiento de respeto, y luego se dirige a la multitud.

—Habitantes y nobles de Harelton, nos encontramos aquí como cada año, para llevar a cabo el Vitam Mortem —su voz resuena por todo el lugar, y después de hacer una pequeña pausa continúa—: Estas... personas, están aquí porque lo merecen.

El bullicio crece de nuevo, abucheándonos y lanzándonos cosas.

—Están aquí porque han roto las leyes de Harelton, y eso, se paga con la muerte —Está claro que su mensaje lleva una advertencia implícita para los espectadores, es una muestra de lo que les puede ocurrir—. Solo uno sobrevivirá, y será enjuiciado para considerar su libertad.

Las apuestas deben estar corriendo ya en este momento. Me pregunto si alguien se atrevió a poner dinero a mi favor.

Seguramente no.

¿Quién querría gastar su dinero por una mujer?

Ni siquiera pertenezco a este lugar... a esta nación.

Antes de que pueda asimilarlo, un fuerte estallido reverbera por el Mortetum.

¡Vitam Mortem! —grita por último el hombre canoso.

¡Vitam Mortem!

Es hora.

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¡Hola! Si por alguna casualidad de la vida leíste el prólogo de mi nueva historia, espero te quedes a darle una oportunidad.

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Att: X.P.

Mi maldita perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora