5. Vitam Mortem

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Nilsine Sigurdsdótter

El sol ya se encuentra por lo alto dando luz a una nación oscura que no solo es temido hasta morir por los demás reinos y pueblos, sino que también esconde secretos.

¿Por qué las personas gritaban ayer por la noche?

Hace un par de horas se marchó el rey de esta celda. Y sus palabras no habían dejado de resonar por mi cabeza. Tanto que me duele.

No puedo negarlo, estoy esperando lo peor.

Pronto unos guardias aparecen por las rejas y me sacan, integrándome a una línea de presos. A los que ya conozco.

Cuando mi mirada encuentra la de Ivar, se le forma una horrible sonrisa que hace detener mis pasos por un instante, pero los guardias detrás de mí no tardan en darme un empujón y sigo caminando.

La puerta por la que me han sacado ayer la vislumbro y los miles de soldados que había visto ya no están.

¿A dónde fueron?

Más bien. ¿Qué reino fueron a atacar?

Pronto, cuando ya estamos a la mitad del enorme lugar entre la prisión y el palacio, nos detienen, justo bajo la luz del sol, quemándonos la piel.

El capitán que me ha escoltado ayer sale de entre varios soldados y nos mira despectivamente, como si estuviese viendo lo más desagradable que verá en su inmunda vida.

Para este momento ya hay decenas de soldados escoltándonos en círculo, evitando así que alguno pueda escapar.

—Les diré por qué están aquí exactamente —habla de pronto el capitán—. Dado sus crímenes de alta categoría en contra de la nación de Harelton, se les ha seleccionado para participar en el Vitam Mortem.

Ivar suelta una carcajada carente de gracia.

—¿Y qué mierda se supone que es eso?

El capitán se gira hacia él, claramente enfadado por no dejarlo proseguir con su discurso.

—Una batalla a muerte.

Escuchar eso hace que todos palidezcamos un poco, algunos lo miran con horror, incluso podría decir que percibo un poco de esa emoción en Ivar, la sonrisa se le ha borrado.

—¿Qué? —cuestiona Eirkith sin creérselo.

—Eso es inhumano —dice Cysur, negándose a imaginárselo.

—¿Y la forma en la que tú asesinaste a esa florista fue humano? —le pregunta irónicamente.

Todas las miradas caen en el hombre y el miedo se agolpa en mí. Nunca me había puesto a pensar que tipo de personas eran las que se encontraban encerradas conmigo. Fui una ingenua, por el simple hecho de que Ivar se encuentra aquí debí haberlo imaginado.

Cysur contrae sus facciones en ira y veo como aprieta los puños.

Nadie sabe aquí los crímenes de los demás, fue como un pacto silencioso al que todos llegaron desde los primeros días.

Y lo irónico, es que yo no romí ninguna ley de esta maldita nación. Yo nunca había pisado estas tierras. Y sin embargo, estoy aquí.

—Tienen tres semanas antes de la batalla, entrenarán todos los días —hace una pausa porque parece recordar algo—. Ah. Y les recomiendo no intentar matarse entre ustedes o a algún guardia, porque serán asesinados antes del Vitam Mortem.

—¡¿Pero qué sentido tiene todo esto?! —Beldun está desesperado—. Has dicho que es una batalla a muerte, es decir que todos moriremos.

De pronto caigo en la certeza de que en este mismo momento estamos dejando de ser compañeros de celda y empezamos a ser rivales.

Mi maldita perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora