22. Una alma oscura

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Nilsine Sigurdsdótter

Cuando era niña solía pensar que la vida en sí era maravillosa, que cualquier ser vivo debería sentirse feliz simplemente por tener el privilegio de que su corazón palpite. Feliz porque gracias ese pálpito su cuerpo se puede mantener caliente y sobrevivir, feliz por poder ser testigo de la magnificencia del aire, del aroma a vida, de sentir... Feliz por simplemente ser.

Solía creer que la gente, por más que hicieran cosas que afectasen a los demás, había una razón, una justificación para sus acciones. Porque nadie podía ser tan malvado para mis ojos.

Pero esos días se han terminado.

Crecí, y poco a poco vi la crueldad de la gente. La maldad que puede albergar una persona en su alma. El odio que puede consumir a alguien.

Y eso, es lo que me ha traído a este momento.

A la guerra.

El tiempo se congela lo suficiente como para sentir que todo pasa muy lento. En cuanto suena el estallido, veo como todos corren a las espadas, dagas, hachas e incluso escudos de madera que hay desperdigados por toda la arena.

Mi mente se queda en blanco por un instante.

Todos estarán más que dispuestos a matar por sobrevivir.

De eso se trata el Vitam Mortem, ahora lo entiendo.

Y yo, sigo sin encontrarme capaz de arrebatar una vida. ¿Lo haré cuando llegue el momento?

A lo lejos diviso un arco con flechas y afortunadamente nadie parece prestarle atención. Creen que cualquier arma es más poderosa y efectiva que un arco. Y tal vez tienen razón, pero subestiman la letalidad que también posee.

Algunos decidieron que era mejor opción iniciar una batalla cuerpo a cuerpo, mientras que otros aprovecharon ese tiempo para ir a por un arma. Ivar. Él ya tiene una espada. Su arma favorita. La sujeta como si fuera parte de él. La domina a la perfección.

Y cómo no, fue el segundo mejor del pueblo.

Luego, sus ojos buscan algo, necesitan encontrar ese algo. Está ansioso, y entiendo lo que quiere cuando sus ojos me encuentran a mí.

Inmediatamente corro en dirección contraria.

Volteo lo suficientemente rápido para ver como él hace lo mismo en mi dirección. Así que con el corazón a punto de estallar, encuentro la valentía para tomar dos pequeños cuchillos que hay en el piso polvoso y girarme a tiempo.

Su espada suelta un chillido al ser frenada con el metal de mis dagas.

―Espero estés lista para nunca visitar el Deorum Atrium.

Mis manos empiezan a doler por la presión que ejerce y me doy cuenta de que si no salgo de este ataque, me matará en este mismo instante.

Quito mis armas y me escabullo por el espacio que hay entre uno sus brazos. Pero es una mala estrategia mía, porque a pesar de que yo creí que no era tan rápido, logra arañarme la espalda con la punta de su espada.

Suelto un grito.

―No puedes escapar de mí, Nilsine ―dice con grandes zancadas que me gritan que corra más rápido―. Yo seré tu verdugo y toda esta gente ―señala al público con su arma―, será testigo de mi liberación.

Cuando está a punto de alcanzarme, otro hombre se estampa contra él en un intento de llevarlo al suelo. Pero creo que no está consciente de las dimensiones de Ivar.

Aprovecho que inicia una pelea contra ese hombre y me dirijo hacia el arco. Es mi opción más viable si quiero derribar a alguien sin acercarme.

Solo que hay un problema.

Mi maldita perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora