19. Ignis Meus

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Nilsine Sigurdsdótter

—Él no puede entrar —exige menos amable que la vez que vine con el rey.

El duque me mira interrogatorio y yo asiento en su dirección. No confío tanto en el duque como para que se quede a escuchar.

—Agradezco tu compañía hasta aquí, Ezra. Puedo regresar yo sola.

Me sonríe cuando pronuncio su nombre, pero de todas formas está dudoso. Me mira un par de segundos en silencio, debatiéndose lo que debería hacer y finalmente cede.

—Está bien. Ten cuidado.

Le sonrío levemente en respuesta. Y después de eso se da la vuelta y se marcha, dejándonos al anciano y a mí solos.

—Sígueme —pide en tono neutro y me da la espalda.

Hago lo que me pide y me lleva al mismo salón pequeño únicamente separado por las cortinas rojas vivas que hay. Después veo que en medio de los dos cojines ya hay una tetera y dos tazas.

¿Sabía que vendría de nuevo?

¿O los filli deorum nos escucharon?

No lo sé, pero es tan escalofriante.

Ambos tomamos asiento y él se queda silenciosamente inmóvil. ¿Se supone que debo hablar primero? Su rostro está cubierto por esa toga tan característica de los conectados a los dioses que no puedo adivinar.

—Mis... sueños. ¿Qué significan?

—No puedo decirte lo que significan, eso debes descubrirlo por tus méritos. En cambio, puedo explicarte lo que son.

—¿Lo que... son?

—Claro. Tus sueños no sueños, son nada comunes. Hace mucho tiempo que ninguna persona era advertida de esa forma.

—¿Advertida de qué? —Lo interrumpo antes de que me genere aún más dudas.

—Debes descubrirlo por tus propios méritos —dice de nuevo y una incertidumbre del tamaño de este templo se instala en mi pecho.

Siempre he creído que lo que veo por las noches es fuera de lo común. Y que probablemente no significaba nada bueno debido al estado de aquel hombre. Manos magulladas, llenas de torturas y una vida indigna. Nunca supe si el miedo era por el hombre o por lo que me dice cada vez que aparece...

Algo me dice que lo que ocurrió con este anciano la última vez fue porque los dioses no le permitieron revelar ningún tipo de información. Pero gracias a eso, sé que alguien se está comunicando conmigo y que está tratando de advertirme algo.

Debe ser otro Antiguo.

Por la forma en la que viste y actúa, debe serlo.

—La chica al combate sobrevivirá y el rosal florecerá. El primer hombre vendrá, pero ya todos saben lo que sucederá. Muerto ha de caer para que el segundo pueda proceder. Y cuando sea el tiempo indicado, el imperio será derrotado.

—¿Qué es eso?

—Una profecía. Fue hecha el día diecinueve de otoño del año ciento noventa y uno.

El día que nací.

Tantas cosas inundan mi cabeza ya confundida. El anciano ha dicho que existe una profecía creada el día que fui traída a este mundo. Pero, ¿eso qué me dice a mí? Y, ¿qué es lo que tiene que ver con mis sueños?

De pronto las primeras palabras retumban fuertemente en mi cabeza. La chica al combate sobrevivirá...

No...

Mi maldita perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora