Nilsine Sigurdsdótter
He sido derrotada, de nuevo... Ha logrado capturarme y yo no he podido hacer nada para evitarlo. Y como siempre, he demostrado que soy débil, que soy frágil, no soy astuta en mis movimientos, no logro mis metas.
Cada vez me convenzo más de que mi padre tenía razón. Soy una decepción para todos, incluso para mí misma.
Me dediqué cada día de mi vida a fingir y demostrar que no era así, que en realidad puedo valerme por mí misma y que puedo derrotar a todo aquel que me enfrente. Pero la verdad es que no.
Tuve la oportunidad de escapar, y la desperdicié.
Claro que ya no tendré el mismo guardia custodiándome. Ahora tengo tres más. Cuidando mis pasos y mis observaciones por todo el palacio. Más que nunca me he sentido observada hasta cuando duermo.
Desde que he llegado a mi habitación ayer, después de que el rey haya ordenado traerme en un carruaje siguiendo el suyo, no he parado de pensar en mi visita al Antiguo.
No he podido dormir en toda la noche, y lamentablemente aunque quisiera hacerlo ahora, ya no puedo. Pues el sol ya se asoma por la ventana de mi habitación. Y yo he estado sentada en un sillón que he acomodado frente a ella todo este tiempo. Es hermoso el amanecer.
Tan libre y tan lleno de pájaros, colores y el sol, que quiero quedármele viendo por el resto de mi vida. Admirar paisajes como estos siempre ha sido de mis pasatiempos favoritos.
Aquellos días en los que me escapaba de los arduos entrenamientos que padre me obligaba tanto a asistir, llegan a mi mente. Después de cada uno de ellos me dirigía al río; el agua choca con cada roca, la corriente se lleva todo a su paso; eso hacía que me tranquilizara un poco. Los árboles moviéndose a causa del viento, tan refrescante que todos anhelaban sentir por el calor al menos una pequeña brisa. Era casi como un cántico para mis oídos.
Y por ahora pensar en todo eso calma aquellos pensamientos erráticos que tengo sobre mi vida y futuro en este reino. Me quedo estática, pensando en que de alguna manera tengo que sobrevivir a todo esto.
O al menos hasta que entra Celestine y empieza a ayudarme con la vestimenta que usaré hoy.
Ella fue la que me acompañó hasta mi habitación la noche anterior, después de que el rey me haya obligado a regresar a ella y que vuelvo a sentirla como una celda.
Ella, el Capitán y el Rey Aren me recibieron ayer. La chica y el líder del ejército con mirada compasionada y culpable. Mientras que el último... no sabría decir realmente, solo que su comentario me hizo enojar demasiado. Y a pesar de ello, no fui capaz de responderle como hubiese querido, estaba rota y cansada de todo.
El transcurso de la habitación hacia el salón de entrenamiento fue silencioso cuando por fin la chica y yo salimos, y por supuesto también lleno de incertidumbres. Al parecer se ha corrido la voz de que una karniana habita en el palacio y peor aún... ha intentado escapar. Cuatro guardias detrás de mí y todas las doncellas y sirvientes en alerta cada vez que pasan a mi lado me lo hacen saber de mala manera.
Por poco los veo casi pegarse a la pared contraria por la que yo caminaba. Una parte de mí se siente miserable por el que la gente repele a todo aquel que no sea de su nación, pero otra, una pequeña parte, se siente complacida. Ya que ocasiono que me teman. No saben cuál va a ser mi próximo movimiento, no saben si intentaré escapar de nuevo o no. Tampoco si los intentare atacar. No saben nada.
Y eso, quiera o no, es algo a mi favor.
—Miren quién es —expresa el Capitán en cuanto me ve entrar—. La karniana que intentó huir.
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Mi maldita perdición
Teen FictionCreyó que al ser capturada moriría a manos enemigas, lo que no sabía es que le ocurriría algo peor, algo que sería su perdición: se enamoraría del enemigo. *** La vida de Nilsine deparaba muchas cosas que ella no quería, su pueblo hablaba y suponía...