15. Reunión Real

141 13 0
                                    

Nilsine Sigurdsdótter

Siete días.

Eso es lo que tengo.

En siete días se llevará acabo ese combate por el que fui traída hasta aquí por mera gracia de unos soldados insensibles. Simplemente porque el pueblo de karnianos armó una revuelta durante la recaudación de grano y ganado. Algo que hace muchos años se había dejado de hacer. Los karnianos no necesitábamos de los hareltanos, y por supuesto que ellos no necesitaban de nosotros.

Qué absurdo.

Pero si algo tengo claro, es que si salgo con vida del Vitam Mortem, buscaré a esos dos soldados. Y los haré pagar de alguna forma. Porque las noches en las que no sueño con aquel hombre de capucha, ni sobre el inminente enfrentamiento, los veo a ellos dos. Riéndose y mofándose de que «sería la mejor candidata».

En siete días estaré yendo a mi pueblo.

O yaceré muerta bajo las tierras de Harelton.

Le he pedido amablemente al Capitán que designe un poco de su tiempo por las noches para el entrenamiento. Y por pura suerte combinada con la presión que Celestine le infundió, dijo que sí.

Así que ayer por la noche nos encontramos por segunda vez en el día en aquel salón que ya siento tan familiar y noté que tenía unas enormes ojeras. Cosa que me da a entender que esa guerra con Dunsen y Ravenna ha incrementado y cada vez toca más fuerte la puerta de Harelton. Y presiento que será su caída.

Nada me gustaría más que ver cómo cae el imperio de esta nación. Muchas vidas han sido tomadas injustificablemente, y por más que el Rey Aren afirme no haber tocado ni matado a ninguna mujer, eso no puede decir sobre aquellos jóvenes y hombres que no hicieron nada más que vivir pacíficamente y ser masacrados por ello.

Por otro lado, mi fuerza ha incrementado las últimas semanas, mi agilidad también, y por supuesto que he tomado prestada aquella forma de pelear tan peculiar que tiene el Capitán Ulricsson. Es simple, ataca sin previo aviso y es como una daga al ser lanzada: rápido y fugaz. No espera a que el enemigo piense siquiera una manera de defenderse o protegerse.

Es todo lo opuesto a la técnica de mi padre, pero ha demostrado ser efectiva en algunos casos. Así que no me opongo a agregarla a una de las mías. De eso se trata, ¿no? ¿Para eso me está entrenando? Para sobrevivir aquel enfrentamiento.

Y por primera vez en todo este tiempo, creo que puedo ganar, que puedo sobrevivir a esta tortura. Que puedo irme sin mirar atrás y olvidar todo esto. Pero, ¿podré hacerlo? Si logro irme de aquí, ¿dejaré todo esto en aquella parte de mi mente donde pongo todo lo que nunca debe ser sacado de nuevo?

Sí, hablo del rey.

No he podido dejar de pensar en sus acciones conmigo. Y por más que quiera verlo únicamente como un asesino, no puedo. Todo sobre él ha estado inundando mi mente de preguntas sin respuesta. Sin embargo, la que me ha tenido horas pensando bajo la luz de la luna es, ¿por qué ha hecho todo esto por mi?

¿Por qué darle comodidad a una karniana? ¿Por qué dejar que su mejor guerrero me entrene? ¿Por qué tratarme... como lo hace?

Instintivamente cierro mi mano al recordar el momento en que estaba unida con la suya, su toque era suave y gentil. La forma en la que me puede llegar a mirar es como si le intrigara algo de mi ser. Lo sé porque yo lo miro de esa misma forma desde aquella noche del baile de los dioses.

No.

Debo dejar de pensar sobre todo eso.

Antes de que mi mente sea la que termine conmigo misma.

Mi maldita perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora