Nilsine Sigurdsdótter
—¿Podría saber por qué su padre quería asesinarme? —pregunto cuando me he recuperado de la sorpresa cuando pronunció esas palabras.
Antes de que me responda me ofrece su brazo, algo que no entiendo al principio, pero que finalmente tras una mirada de irritabilidad y una duda muy grande mi parte, entiendo y entrelazo mi brazo con el suyo. Empezamos a caminar por la misma calle que usamos Celestine y yo para llegar.
Honestamente no fue una sorpresa encontrar con que su cuerpo está muy bien trabajado, se puede notar desde lejos, pero de igual manera no lo vi venir. Me deja en blanco unos segundos y luego me recupero. Por suerte.
—Como sabrá, se encuentra en Harelton. Y en ninguna parte del reino es bienvenido cualquier karniano. Digamos que mi padre es... el responsable de todo el odio que existe en contra de los tuyos.
—¿Y usted? También nos aborrece, así que también es su culpa.
Su mirada penetra hasta lo más profundo de mi ser, como si quisiera ver mi más profundo secreto. Regresa su mirada al frente y parece que piensa un poco, mientras yo miro hacia atrás, encontrándome al menos diez guardias tras nosotros.
Varias personas se quedan mirándonos con sorpresa y admiración, la cual es dirigida hacia el rey. Las reverencias no faltan, pero a él no parecerle importarle mucho. Es como si se sintiera superior y los demás en su lugar les corresponde alabarlo.
Sus miradas enseguida se posa en mi y la duda los embarga. Aunque al cabo de unos instantes cambia a odio. A ver, iba tomada del brazo de su monarca y llevaba dos franjas de sangre en la cara. Para ser honesta, no recordaba ese pequeño detalle, pero ahora entiendo su reacción
Eso hace que me pregunte cómo es que los comerciantes karnianos resistían ese tipo de desprecio. Porque mi pueblo era el que más comerciantes tenía dentro de Harelton.
—¿Podemos irnos ya de aquí? —Me inquieto cuando más personas se asoman de sus casas.
El rey ha tomado un camino totalmente distinto al de antes y que definitivamente no lleva al palacio.
—¿Por qué? Creí que sería de su agrado.
Cuando escucho su tono no tardo en darme cuenta que está haciendo esto a propósito. Él sabe que las personas se darían cuenta de mi procedencia y que me mirarían de esta forma. Algo que parece divertirle.
Respiro profundamente. No pienso darle el gusto de que vea que me afecta. Así que sigo caminando como si nada, con la espalda erguida y la mirada en alto. He soportado esto muchas veces en mi aldea, puedo hacerlo una vez más, ¿no?
Mientras trato de concentrarme en otra cosa, recuerdo aquellos tormentosos sueños que tengo. Nunca los he entendido, y si tengo la oportunidad de hablar con algún Antiguo que no sea el de mi pueblo —quien parece no tener respuestas—, sería maravilloso.
—Tengo una pregunta.
Enarca una ceja al escuchar mi firmeza. Sin duda no estoy en posición para exigir cosas, pero, ¿qué podría perder? ¿La vida?
—¿Y cuál sería?
—¿A cambio de qué me permitiría una reunión con el Antiguo?
Eso parece sorprenderlo demasiado, porque aminora sus pasos un poco.
—¿Para qué querría usted ver al Antiguo de mi reino?
—Bueno, pues... —No le puedo decir la verdad—. Quisiera saber si mi destino es morir en combate o no.
Y no es completamente mentira, también es parte de mi objetivo, pero no el principal.
—Y está dispuesta a hacer un trato conmigo —afirma en cambio—. ¿En serio se arriesgará tanto por eso?
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Mi maldita perdición
Teen FictionCreyó que al ser capturada moriría a manos enemigas, lo que no sabía es que le ocurriría algo peor, algo que sería su perdición: se enamoraría del enemigo. *** La vida de Nilsine deparaba muchas cosas que ella no quería, su pueblo hablaba y suponía...