23. Sangre corriendo y sangre correrá

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Me pregunto cómo será visitar el Deorum Atrium.

Si los dioses te reciben con los brazos abiertos y te dicen algo como: «Eres digna de descansar con nosotros». Y sabes por el resto de tu estancia ahí que tuviste una vida plena y llena de magnificencia. Porque, si eres bienvenido en la casa de los dioses, debiste haber hecho algo tan grande como lo será tu nombre.

Por eso todos se pasan sus vidas tratando de dejar huella por doquier. Mi padre es uno de ellos. Desde que nació supo que quería ser alguien recordado, alguien cuyo nombre fuera mencionado y supieras al instante de quién se trataba. Y por supuesto que lo ha logrado.

Todos en Vikar lo respetan, e incluso dentro del grupo codiciado de jefes, es alguien que impone su palabra. No por nada lidera uno de los pueblos principales del valle.

¿Aren Vidarsson conocerá al Deorum Atrium?

No lo sé. Pero sea como sea la casa de los dioses, estoy segura de que no estoy en ella.

Estoy de nuevo en aquella pesadilla que tanto me atormenta.

Odio el sentimiento.

Odio no saber de qué se trata. Lo que me quiere decir.

De nuevo aquella colina. De nuevo toda esa neblina que me hace titiritar del frío... o del miedo. «¿Quién eres?», siempre pregunto. Aun sabiendo que no obtendré respuesta.

Ahí está el hombre, ya ha aparecido en el ojo del huracán. Me mira, lo siento a través de su capucha. Sus manos, sus manos tan magulladas que me causan un sentimiento de pesar. Como si me hubiese confesado lo que le hacen, quién se lo hace.

Pero no puedo recordar todo lo que me ha dicho, como siempre. Solo sé que esta vez, su mensaje ha incluido más palabras. Más de tres palabras.

El Antiguo ha hablado.

«Deberás elegir o eso te hará morir»

Abro los ojos de golpe.

La luz del sol se cuela por algún lado de este lugar. Y las paredes blancas como la nieve hacen que sea imposible mantenerlos abiertos por mucho tiempo.

No puedo moverme.

Pero sí puedo notar que mi hombro está inmovilizado y que ―de nuevo― tengo una venda alrededor de todo mi torso y vientre.

Un aroma a lavanda inunda las cuatro paredes de lo que parece ser una habitación. Pero todo es tan inusual, porque sin duda no puedo estar en el palacio oscuro de Harelton, ¿no? Es todo lo contrario a la esencia de muerte y oscuridad.

Aquí todo es vida y gratitud. Se siente el color dentro de la vida. Las cosas buenas. Este lugar es como la salvación que todos desean encontrar.

Un sonido me hace mirar hacia la izquierda.

Ahí está él.

No digo nada. Y él tampoco.

No tenemos nada que decirnos el uno al otro.

Y, aun así, él está aquí.

Está sentado despreocupadamente, pero su semblante dice todo lo contrario. Tiene los labios carnosos apretados en una línea, como si se estuviese conteniendo de decir algo en específico.

Vuelvo a mirar al techo.

―Has ganado.

Una lágrima traicionera me delata. Río agriamente.

―¿He ganado? ¿De verdad es lo único que tienes para decir?

Vuelvo a mirarlo. Esta vez, se ve sorprendido.

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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Mi maldita perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora