Houston es un imbécil miserable que tiene que liderar a cuatro criminales un tanto raros para enfrentar las fuerzas de un Dios y sus súbditos.
Bizarra, random y única.
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Su cuerpo y su cabeza, ambos separados del uno del otro. Para ese momento era imposible hacer algo para seguir peleando o siquiera vivir. Sin embargo, Aiden no quería darse por vencido; no quería morir de una forma tan... humillante. Este reflexionó en la decisión que había tomado y como estaba viviendo las consecuencias de la misma hasta lo que sería su último respiro. En esos instantes, se encontraba cayendo en picada, tanto su cabeza como su cuerpo.
Por un momento, el tiempo pareció ralentizarse para él. —Debí haberme ido... Ahora ya es tarde y voy a morir de esta forma tan vergonzosa—reflexionó. —Soy un idiota y voy a morir siendo el mismo idiota—mencionó derramando extrañas y relucientes lágrimas que brotaron del único ojo que le quedaba.
Dicen que cuando estás a punto de morir, ves tu vida pasar frente a tus ojos, o al menos los momentos más importantes de la misma. Aiden se encontraba en sus últimos minutos de consciencia.
Toda esa situación era tan emotiva para Aiden, culpándose a sí mismo por no haber hecho algo por él. Fue entonces cuando experimentó la situación de ver su vida pasar frente a sus ojos, en especial ese momento que lo marcó toda su vida; momento que ni él recordaba. En lo que caía al suelo, recordó su niñez. Veríamos su pasado y como se creó un monstruo como el que era Aiden.
Once años, once años era la edad que tenía Aiden cuando presenció el asesinato de sus padres. Se encontraba postrado enfrente de los dos cuerpos de sus padres, quienes estaban muertos en la cama. Ellos fueron asesinados mientras dormían y sus rostros quedaron con una expresión de terror. El cadáver de su madre fue atacado y presentaba exactamente diecisiete apuñaladas en todo su rostro, el cual quedó irreconocible. Toda esa sangre manchó la manta con la que ella y su padre se tapaban antes de dormir. Por otra parte, el cadáver de su padre tenía el pecho abierto sin su corazón, una imagen horrible de ver. El cuchillo estaba ensartado en la frente de su papá.
De espaldas, Aiden lloraba a más no poder. Oh, pero claro que no, por supuesto que no lo hacía. Los pequeños brazos de Aiden parecían haber sido bañados en sangre. En su mano izquierda poseía algo que le causaba mucha risa. Era carnoso y bastante rojo, eso era... el corazón de su padre. Aiden solo reía y reía.
Aiden tenía tan solo once años de edad cuando mató a sus padres. Fue él, toda la culpa la tuvo él... mató a sus padres mientras estos dormían. Y ni siquiera sintió una pizca de remordimiento, no sintió nada, al contrario, disfrutó de hacerlo. No hubo motivo, ellos no lo maltrataban ni nada. De hecho, Aiden tuvo una infancia que muchos podrían considerar feliz, sus padres lo amaban, tuvo sostenibilidad económica y mucho más, no obstante, la gente puede ser bastante perversa a veces.
Se dice en varios lados que los seres humanos nacen siendo buenos y que es la misma sociedad quien los corrompe. Sin embargo, eso no es cierto, de serlo, Aiden no habría nacido siendo un maldito monstruo traído desde el mismo inframundo. No sufrían, no lo trataban mal, nada, al contrario, el del problema era él, tanto así que considero la noche que mató a sus padres como el más placentero y feliz de toda su miserable vida llena de violencia y sangre.