23. Sexo por la noche

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Una insignificante noche más pudo convertirse en toda una tortura infernal para Houston

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Una insignificante noche más pudo convertirse en toda una tortura infernal para Houston. Creyó cambia y lograr hacer algo para ser una mejor persona, pero la vida no siempre es justa. En muchos términos, la vida es una total mierda.

Y, a pesar de las tragedias constantes ocurridas en este gran mundo, nada se detiene; solo podemos seguir. El tiempo no para solo porque alguien sufra.

Gotas de lágrimas, causa de su llanto, se desplazaban a través de sus cachetes. Recordaba a Lola con un cigarro en mano. —Debí quedarme con ella—dijo aun llorando. Se puso de cuclillas y volvió a colocar el porro entre sus miserables labios, siendo sostenido con dos de sus dedos.

Apretó con su otra mano el lado izquierdo de su camisa. —Me duele—dijo con la voz cortada. Miró la luna buscando alguna distracción para evitar sentirse tan despreciable.

La luna era la misma; jamás cambiaba. Siglos repletos de tragedias y la luna seguiría siendo la misma de siempre. En un mundo lleno de sufrimiento, lo que a Houston le ocurría solo era una desgracia más de muchas otras.

Dicha noche había sido tan desgarradora para él.

—Merezco todo lo malo que me pase—comentó observando el gran satélite de la tierra. Dejó el cigarro por un momento para expulsar el humo. 

No tardaría mucho en volver a meterlo entre sus labios. Pero, antes de que pudiera fumarlo, una gota lo apagó. Tras ello, muchísimas gotas de lluvia cayeron del cielo. 

A Houston no pareció importarle que la lluvia había vuelto, sino, al contrario, se quedó viendo su cigarro. Recordó por tercera ocasión a Steve. —Debo de dejar esta mierda—dijo. Lanzó el cigarro a los charcos que se formaban por el agua y se levantó.

Alzó su mirada al cielo. Ese observar se notaba agotado; unos ojos cansados para alguien que sufría. Sus ojos continuaban derramando lágrimas involuntariamente, aunque ya no se sentía tan triste. 

Cada incesante goteo en su triste rostro lo sentía, hasta que llegó el punto donde la misma lluvia y sus lágrimas formaron un río de tristeza combinado con paz.

Experimentó un fuerte sentimiento... ¿acaso era tranquilidad? 

Sus respiraciones dejaron de ser desesperadas, su llanto se detuvo. Y, lo que Houston no podía ver, era como sus ojos muertos brillaron.

La tragedia de la muerte siempre llegará y no podremos hacer nada para evitarlo. Sin embargo, después de todo ese sufrimiento llega la tranquilidad; incluso para alguien como Houston.

Houston se tranquilizó, dejándose de culpar. Y finalmente suspiró toda su tristeza.

Pero, así como sufrimos y lloramos, también sentimos y probamos. Mientras el líder de la banda sufría, dos de sus amigos eran protagonistas de toda una escena. Ambos invadidos por la lujuria.

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