Un intenso olor a jabón y limpieza desprendía de (casi) todos los miembros de la banda. William, John, Juxs, Casey, Steve y Max fueron los que se ducharon. La única excepción era Houston, cosa que ya era normal. De hecho, hubiese sido raro que se bañara.
Ya listos para la aventura, se prepararon para salir. La mayoría felices y uno que otro con un rostro triste.
Al mismo tiempo, en otro punto del hotel que ya conocíamos, Houston estaba acostado. El lugar donde estaba era su propia habitación. Regada con la basura de la cena de ayer, pero conservado la frialdad del aire acondicionado, se encontraba tirado en la cama. —Solo quiero ser un mejor hombre—dijo con una voz muerta y apagada. Hasta él sabía lo malo que llegaba a ser en ocasiones. Y no creyó haber cambiado, solo había pasado una noche. Un proceso tan complejo como cambiar requiere tiempo.
En una de sus manos, conservaba el mechero de Lola. Se volvió importante para él. Lola se convirtió en alguien importante para él, pues fue la primera persona que ayudó. Lastimosamente terminó partida a la mitad. Y, a pesar de eso, Houston no le dijo nada a su equipo.
De manera repentina, giró su mirada a la puerta gracias a dos pequeños toques. —Es hora de irnos a la cafetería—la voz provenía de Max. Entonces, un segundo aviso sonó, pero esta vez para todos. —¡¡¡Es hora de irnos, babys!!! ¡¡¡¡Desayunaremos en la cafetería!!!!—anunció para todos.
Bien ahora, toda la banda se encontraba reunida y lista para embarcarse en toda una travesía épica. Hubo algunos cambios en su forma de vestir.
William traía su misma ropa de la misma forma, al menos se sentía feliz.
John, igual que William, se quedó vestido de la misma forma.
Casey fue de los pocos que cambió, ya que su icónico suéter gris, lo portó como falda, dejándose ver con su ajustada playera negra.
Juxs hizo lo mismo solo que con su saco.
Y Steve decidió quedarse igual. Respingó su moño.
Atrás de ellos estaba toda la banda ya lista.
La banda: sin duda unos estúpidos. Portaban sacos y ropas negras cuando el calor era bastante, no obstante, cuando el clima era frío, usaban menos ropa.
Al menos eran felices. Sonreían llenos de inspiración y alegría. Emocionados por la travesía salieron del hotel. Incluso Max y William iban dando saltitos. Por otro lado, John era el único que no ocasionaba tanto ruido; él solo leía su libro. Juxs y Casey parecían tristes por su reciente conversación. Y Steve apuraba a Houston, quien estaba en el pasillo.
—¡Los sigo en un rato! Debo hacer algo—anunció Houston. Se quedó.
Dirigió sus tristes y melancólicos pasos a la puerta donde ocurrieron sus desgracias. —Qué triste—comentó cruzando.
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La Banda
Acak¿Puede acaso un borracho, drogadicto y terrible ser humano liderar algo más que su miseria? Houston jamás imaginó que uno de los peores días de su vida lo convertiría en el juguete de un dios caprichoso. El 24 de julio marcó un antes y un después cu...