Prólogo: "Mi mejor amigo se prueba un vestido de novia."

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Mi pesadilla empezaba así: Estaba en una calle desierta de un pueblecito de la costa, en mitad de la noche, y se había desatado un temporal. El viento y la lluvia azotaban las palmeras de la acera. Una serie de edificios rosa y amarillo, con las ventanas protegidas con tablones, se alineaban a lo largo de la calle. A sólo una manzana, más allá de un seto de hibisco, el océano se agitaba con estruendo.

«Florida», pensé, aunque podrías pensar que era demasiado descaro suponer, lo sabía y no estaba muy segura de cómo lo sabía. Nunca había estado en Florida. Luego oí un golpeteo de pezuñas sobre el pavimento. Me di la vuelta y vi a mi amigo Grover corriendo para salvar el pellejo. Sí, he dicho «pezuñas». Grover es un sátiro. De cintura para arriba, parece el típico adolescente desgarbado con una pelusilla de chivo y un serio problema de acné.

Camina con una extraña cojera, pero nunca adivinarás que hay algo en él que no es humano, a menos que lo sorprendas sin pantalones (cosa que no te recomiendo). Unos jeans holgados y unos zapatos con relleno disimulan el hecho de que tiene pezuñas y unos peludos cuartos traseros. Es un chico amable, de buen corazón, que estaba trabajando con su autoestima, pero era una persona agradable en todos los sentidos.

Grover había sido mi mejor amigo en sexto curso y había participado conmigo y un chico llamado Magnus en nuestra aventura para salvar el mundo. Más tarde otro chico se unió a nuestra aventura, llamado Nico di Angelo. Espero no lo había visto desde el mes de julio, cuando Grover emprendió solo una peligrosa búsqueda de la que ningún sátiro había regresado vivo. Mi vida no había cambiado demasiado, pero no había posibilidad de que algún día yo me olvidara de él. Y esos sueños... Hmm, tal vez mi inconsciente se estaba desquitando conmigo.

El caso es que, en mi sueño, Grover venía huyendo con la cola entre las patas y los zapatos en las manos, como hace siempre que necesita moverse deprisa. Pasó al galope frente a las tiendas para turistas y los locales de alquiler de tablas de surf, mientras el viento doblaba las palmeras casi hasta el suelo. Grover estaba aterrorizado por algo que había dejado atrás. Debía de venir de la playa, porque tenía el pelaje cubierto de arena húmeda. Había conseguido escapar y ahora trataba de alejarse de algo.

Un rugido estremecedor resonó por encima del fragor de la tormenta. Detrás de Grover, en el otro extremo de la manzana, surgió una figura indefinida que aplastó una farola, que acabó estallando en una lluvia de chispas. Grover dio un traspié y gimió de puro terror mientras murmuraba: «Tengo que escapar. ¡Tengo que avisarles!» Yo no lograba distinguir quién o qué lo perseguía, pero oía a aquella cosa refunfuñar y soltar maldiciones.

El suelo temblaba a medida que se aproximaba. Grover dobló a toda prisa una esquina y titubeó; se había metido en un patio sin salida, lleno de tiendas, y ya no tenía tiempo de retroceder. La puerta más cercana se había abierto con los embates del temporal. El letrero que coronaba el escaparate, ahora sumido en la oscuridad, ponía: «VESTIDOS DE NOVIA ST. AUGUSTINE.»

Grover entró corriendo y se ocultó tras un perchero repleto de vestidos de novia. La sombra del monstruo pasó por delante de la tienda. Yo incluso podía olerlo. Era una combinación repugnante de lana mojada y carne podrida, con ese agrio olor corporal que sólo los monstruos son capaces de despedir; algo así como una mofeta que sólo se alimentara de comida mexicana. Mis ojos temblaron como solía hacerlo cuando estaba muy molesta, y miré de reojo a mi mejor amigo.

Grover temblaba tras los vestidos de novia y la sombra pasó de largo. Ya no se oía más que la lluvia. Grover respiró hondo. Quizá aquella cosa se había ido. Entonces centelleó un relámpago y explotó la fachada entera de la tienda, mientras una voz monstruosa bramaba: «¡¡¡Mííííía!!!»

▪︎🔱▪︎

Me senté en la cama de golpe, tiritando. No había tormenta ni ningún monstruo. La luz de la mañana se colaba por la ventana de mi dormitorio. Me pareció atisbar una sombra a través del cristal: una forma humana. Contuve el aliento, no me encantaba cuando cosas así sucedían. Entre irritada y temerosa, estiré mi mano en dirección de mi bolígrafo, el que descansaba sobre mi mesita de noche.

Andy Jackson y El Mar de Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora