Capítulo 19: "La magia del vellocino funciona demasiado bien."

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Aquella tarde fue una de las más felices que había pasado en el campamento, lo cual quizá sirva para demostrar que nunca puedes saber cuándo todo tu mundo se va a desmoronar en pedazos. No se ofendan. Si voy a morir, no será por error. Ni siquiera sabía a dónde me dirigía en todo ese sinsentido. Y aunque la paz sea solo una mentira, no quería estar sola, no quería volver a atormentarme. Quería ser feliz, al menos por ese día.

Grover anunció que pasaría el resto del verano con nosotros antes de reanudar la búsqueda de Pan. Tan impresionados tenía a sus jefes del Consejo de los Sabios Ungulados, por no haberse dejado matar y por haber allanado el camino de los futuros buscadores, que le concedieron un permiso de dos meses y un juego nuevo de flautas de junco.

La única mala noticia era que Grover insistía en pasar las tardes tocando con aquellas flautas, porque sus dotes musicales no es que hubieran mejorado mucho, la verdad. Interpretaba una vieja canción de Village People titulada YMCA junto a los campos de fresas, y las plantas parecían enloquecer y se nos enredaban en los pies como si quisieran estrangularnos. Supongo que no podía culparlas por ello.

Grover me dijo que, ahora que estábamos frente a frente, podía disolver la conexión por empatía que había establecido entre nosotros, pero yo le contesté que, por mí, podía mantenerla. Había dejado que Grover me rescatara el día que lo conocí, cuando fue el primer amigo verdadero que tuve, pero sabía que ya no podía aferrarme a la certeza de que siempre estaríamos juntos. Porque nunca llegaría a cumplir algo así.

Él dejó su flauta y me miró fijamente a los ojos. --- ¡Si me meto otra vez en un aprieto correrás peligro, Andy! ¡Podrías morir!.

--- Si te metes en un aprieto otra vez, prefiero saberlo. Y saldré apresuradamente, de nuevo, en tu ayuda, hombre cabra. No podría hacer otra cosa.

Al final, accedió a no romper el vínculo. Y volvió a la carga con YMCA. No me hacía falta una conexión por empatía con las plantas para saber cómo se sentían. Pero me sentí menos preocupada al comprender que él confiaba en mí, en que sin importar lo que nos pasara, éramos capaces de atravesar el mundo para ayudarnos entre nosotros. Sí, he hecho muy buenos amigos.

Más tarde, durante la clase de tiro con arco, me crucé con Will. Yo iba a hablar con él sobre el beso, pero como él parecía tener amnesia selectiva, sólo hablamos de cualquier cosa mientras practicamos. Sin embargo, al cabo de unos veinte minutos, Quirón me llevó aparte y me dijo que había arreglado mis problemas con la Escuela Preparatoria Meriwether. Ahora ya no me acusan de destruir el gimnasio y la policía no seguía buscándome.

--- ¿Cómo lo has conseguido?. --- pregunté, sintiéndome no sólo agradecida sino que también bastante sorprendida.

Sus ojos se iluminaron: --- Me limité a sugerirles que lo que habían visto aquel día era otra cosa, la explosión de un horno, en realidad, y que tú no habías tenido ninguna culpa.

--- ¿Y ellos se lo tragaron?.

--- Manipulé un poco La Niebla. Algún día, cuando estés preparada, te enseñaré cómo se hace.

--- ¿Me estás diciendo que puedo volver a Meriwether el año que viene?.

Quirón arqueó las cejas: --- Oh, no. Estás expulsada igualmente. Tu director, el señor Bonsái, dijo qué tienes… ¿cómo era?, un karma, sí, un karma poco moderno que perturba la atmósfera educativa de la escuela. Pero bueno, al menos ya no tienes problemas legales, lo cual ha sido un alivio para tu madre. Ah, y hablando de tu madre... --- sacó de su carcaj el teléfono móvil y me lo tendió --- Ya es hora de que la llames. --- yo acepté y me alejé para tener una conversación con mi madre.

Lo peor fue el principio: «Andrómeda Jackson… En qué estabas pensando… ¿Te haces una idea de lo preocupada…? Escaparte sin permiso del campamento… Una misión peligrosísima… Aquí muerta de miedo…» Toda esa parte. No me importaba el regaño, mentiría si dijera que no había extrañado su voz. Odiaba preocuparle. Pero no le rogué, no me servía de nada intentar calmarla y no quería hacerlo. Incluso su furia era entrañable.

Andy Jackson y El Mar de Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora