Capítulo 9: "Los confederados muertos nos llevan en autostop."

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--- ¡El termo!. --- grité mientras nos precipitamos hacia el agua.

--- ¿Qué?. --- balbucearon mis amigos. Will y Magnus debieron pensar que había perdido la cabeza. Ambos se aferraban a las correas del bote para salvar el pellejo, con todo el pelo disparado hacia arriba como si fueran un par de pinceles.

Tyson sí me entendió. Logró abrir mi petate y sacar el termo mágico de Hermes sin que se le cayera y, lo que es más, sin caerse él. Las flechas y jabalinas silbaban a nuestro alrededor. Agarré el termo. Confiaba en no cometer un error. Sólo esperaba no empeorar las cosas.

--- ¡Sujétense bien!.

--- ¡Ya lo estamos!. --- aulló Will.

--- ¡Más fuerte!.

Afirmé los pies bajo el banco hinchable del bote; Tyson nos asió por la camisa a mis amigos y a mí, y yo le di al termo un cuarto de vuelta. Al instante emitió un chorro de viento que nos propulsó lateralmente y convirtió nuestra caída en picado en un estrepitoso aterrizaje en un ángulo de cuarenta y cinco grados. El viento parecía reírse mientras salía del termo, como si se alegrara de liberarse por fin.

Al impactar con la superficie del agua, rebotamos una, dos veces, como una piedra lanzada al ras, y de repente salimos zumbando como en una lancha motora, con el agua rociándonos la cara y sin otra cosa en el horizonte que el mar abierto. Oí un clamor furioso en el barco, pero ya nos hallábamos fuera del alcance de sus disparos. La Princesa Andrómeda se convirtió enseguida en un barquito de juguete y desapareció.

Mientras nos deslizamos a toda velocidad por el agua, los chicos y yo intentamos enviar un mensaje Iris a Quirón. Pensábamos que era importante explicarle a alguien lo que se proponía Luke, y no sabíamos en quién más confiar. A aquella velocidad, el bote levantaba una fina cortina de agua y la luz se descomponía en un arcoiris al atravesarla: eran las condiciones ideales para enviar un mensaje Iris, aunque la cobertura era bastante mala.

Magnus arrojó un dracma de oro a la cortina de agua y yo recé para que la diosa del arcoiris nos mostrara a Quirón. Apareció, su cara sin problemas, pero había una extraña luz estroboscópica y una música de rock atronando en segundo plano, como si estuviese en una discoteca. Se lo contamos todo: nuestra salida furtiva del campamento, Luke y la Princesa Andrómeda, el ataúd de oro con los restos de Cronos… Pero entre el ruido que había de su lado y el zumbido del viento y del bote surcando las olas, no sabía cuánto lograría captar de todo aquello.

--- Andy --- chilló Quirón --- , tienes que tener cuidado con… --- su voz quedó ahogada por un gran griterío alzado a su espalda: un montón de voces aullando en plena juerga como guerreros comanches.

--- ¿Qué?. --- grité.

--- ¡Maldita parentela! --- tuvo que agacharse para esquivar un plato que pasó por encima de su cabeza para ir a estrellarse fuera de nuestro campo visual --- . ¡Muchachos, no deberían haber permitido que Andy saliera del campamento! Pero si consiguen el vellocino…

--- ¡Sí, pequeña! --- chillaba alguien que tenía detrás --- . ¡Uau, Uau!. --- alguien subió la música y puso los bajos tan a tope que hasta nuestro bote vibraba.

--- … Miami --- gritaba Quirón --- . Trataré de vigilar… --- nuestra nebulosa pantalla se desintegró como si alguien del otro lado le hubiese arrojado una botella, y Quirón se evaporó.

▪︎🔱▪︎

Una hora más tarde divisamos tierra: una larga extensión de playa en la que se alineaban hoteles de muchos pisos. Las aguas empezaron a llenarse de barcos de pesca y buques cisterna. Un guardacostas pasó por estribor y luego dio media vuelta, como para echar un segundo vistazo. Imagino que no veían cada día un bote salvavidas sin motor, tripulado por cuatro adolescentes y lanzado a más de cien nudos.

Andy Jackson y El Mar de Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora