Me despierto asustada y no tengo idea por qué. Bueno, si la tengo, pero estoy sola en la cama aún boca abajo.
Muy poca luz entra por la ventana, está amaneciendo y cuando me muevo me sirve para recordar en dónde estuvo el pene de Emilio ayer. Pero me incorporo de golpe. ¡Está amaneciendo!
Antes de que me pueda poner de pie Emilio entra con unos pants café oscuro y las marcas de mis mordidas en su pecho. Cuando este mucho más despierta, estoy segura de que también tendrá las marcas de mis uñas.
— Buenos días. — Levanta mi rostro y me besa profundamente robándome el poco aliento que tengo.
— Mi papá debe estarme buscando por todos lados Emilio, tengo los rastreadores. No debí pasar la noche aquí, no debiste dejarme dormir.
Me doy cuenta de lo estúpido que se escuchó eso. Si fuera así desde hace mucho estaría aquí. Es obvio que papá no sabe en dónde pase la noche.
— Ya se encargaron de todo.
Le creó, necesito creerle así que me vuelvo a recostar. Necesito seguir sintiendo esta paz, pero también necesito reclamarle por lo de Luis.
— ¿Cómo estás? — Siento la burla en su voz y se ríe cuando le lanzo una almohada.
Me pasa las manos por los muslos y el trasero. Apoya los brazos a ambos lados de mi cabeza besando mi cuello y acaricio sus brazos sintiendo su erección. Levanto un poco el trasero y me besa.
La posición no es demasiado cómoda pero no me importa. Se baja los pants, pero me sienta encima de él.
— ¡Mierda! — Se ríe al ver mi expresión de incomodidad.
— Alguien quería dolor ayer. ¿No? — Asiento y lo beso para que no siga hablando.
— Buenos días. — Susurro antes de deslizarme hacia abajo.
Salimos de la ducha y mis músculos están más relajados. Se pone un bóxer negro y yo me visto con la misma ropa de ayer.
Bala nos interrumpió camino al que fue el último orgasmo, pues me tengo que ir, además, no es seguro que Emilio esté aquí. Esto fue una locura para ambos.
— Tenemos una plática pendiente. — Susurra en mi oído y me da un beso en la sien antes de salir de la habitación.
— Y vaya que la tenemos. — Lo miro mal pero no le importa.
— Tenemos que irnos. — Insiste Bala y me despido rápidamente de Emilio.
— ¿En dónde se supone que estoy? — Alzo una ceja cuando subimos a un auto diferente a lo normal.
— En el penthouse de Stephen Avery. — Suspiro. — Luis y otros hombres de tu padre están custodiando el edificio. Piensan que estás ahí, que te encerraste en la habitación desde que llegaste y te has negado a salir, pero estás bien.
— ¿Por qué mierda no me dijeron que tenían a una de sus nanas con pistola en la DEA?
— Te afecta pasar tiempo con el cachorro. — Me quedo en silencio para que sepa que me debe responder. — Era mejor así, eres complicada y no lo ibas a permitir.
— No me puedo alejar de él. ¿Verdad? — Niega. — Asesine a siete hombres.
— Lo sé. — Dice con indiferencia. — Bien hecho. — Sonríe.
— ¿En serio me estás felicitando? No planeaba ser una asesina. Me siento culpable Bala, demasiado. Ni siquiera sé como pude dormir ayer, pensé tendría pesadillas.
— No soy tu padre, pero voy a decirte lo mismo que le dije a Emilio en su momento. — Lo observo con curiosidad. — No siempre puedes decidir entre asesinar a alguien o no, la mayoría de las veces la única decisión que puedes tomar es vivir o morir. Tú decidiste vivir y nadie te puede juzgar por ello. No es fácil y está bien sentir culpa peladita. Sino la sintieras créeme que cualquiera se asustaría, es normal. Eres humana, ni siquiera has cumplido veinte años y tienes a un terrorista queriendo asesinarte.
ESTÁS LEYENDO
DIGNO PECADO. (TP #2)
Novela JuvenilUn año transcurrió, siendo el comienzo de todo el resto de una vida sin él. • Me apagué un poco, pero me volví a encender, porque yo siempre puedo, siempre pude y siempre podré. •