CAPÍTULO 36.

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Emilio tiene una de sus manos en mi cuello, su cuerpo musculoso está encima del mío, su torso y espalda están sudando. No se ha afeitado el pecho. De su cuello cuelga una cadena de oro, su cabello despeinado, nuestra respiración es agitada, tiene los labios separados buscando el aire que sus pulmones necesitan. No deja de observarme fijamente y yo hago lo mismo.

Inevitablemente me pierdo en sus ojos verde claro que me miran con intensidad. Ha cambiado demasiado desde esa primera vez que lo vi, pero para bien.

• Demasiado bien, está más que buenísimo. •

Su mirada intimida bastante, su cuerpo encima de mi me hace sentir un poco vulnerable. Lleva en su mano izquierda un hermoso anillo de diamantes grueso que hace juego con su cadena. Me encanta el Emilio que irradia poder.

— Al parecer gané yo mamita. — Me mira con suficiencia y resoplo pues tiene razón.

— Solo lograste derribarme porque me distrajiste. — Suelta una carcajada y me ayuda a ponerme de pie.

— Tú me bajaste el short. — Lo miro mal.

No estábamos teniendo sexo. La verdad es que no entiendo cómo es que terminamos peleando y como me termino derribando.

— Es que las personas normales usan ropa interior. — Le guiño un ojo y le doy un sorbo a una botella con agua.

No sé cómo es que le termine bajando el short, vi su pene y me distraje el tiempo suficiente como para que me pudiera derribar e inmovilizar.

— ¿Quieres decir que mi miembro te distrajo? — Me pasa las manos por el trasero cuando me inclino por la toalla.

— Estoy diciendo que eres un tramposo y no me ganaste. — Se ríe.

— Te gané mamita, acepta la derrota. — Resoplo indignada.

— Como si yo hiciera esto a mitad de un enfrentamiento. — Me bajo los leggins y a través del espejo del gimnasio veo como sus ojos se oscurecen por el deseo.

— No me molesta la distracción. — Pone sus manos en mi abdomen y las baja hasta el elástico de mis bragas para poder acomodarlo. — Pero tú sí llevas ropa interior. — Resopla. — Pero tengo que hablar contigo mamita.

— ¿De qué? — Alzo una ceja y me sube los leggins.

— Supongo que te enteraste que la DEA perdió el cargamento de armas que incautó de la reunión de Farid con los mexicanos.

— Sí, papá algo le dijo a mamá ayer. — Sonríe con una falsa inocencia. — ¡Emilio! — Le reclamo. — ¡Golpearon a mi papá!

No lograron arrestar a Farid pues se fue del lugar en donde estaba reunido con otros capos mexicanos, arrestaron a dos de ellos e incautaron poco más de media tonelada de droga, cargamentos de armas y explosivos.

— No te enojes mamita. — Me pega a su cuerpo rodeando mi cintura con su brazo, pero alzo una ceja y no correspondo al beso que me da. — No podíamos dejar ir ileso o iban a pensar que tuvo algo que ver.

— ¡Varios agentes están heridos Emilio! Me diste tu palabra. — Me aparto molesta, pero de nuevo me pega a él.

— No, yo te di mi palabra de que una de nuestras balas no iba a terminar en tu padre o hermano. Jamás dije que no iba a hacer nada en contra de otros agentes.

— En algún momento seré parte de la DEA. ¿También vas a dejar que tus hombres me golpeen o me disparen? ¿Tal vez lo vas a hacer tú?

— A ver, si alguno de mis hombres te llega a poner una mano encima va a ser lo último que haga en su perra vida. — Me acaricia los labios con la nariz. — Yo no tengo planeado dispararte o golpearte. — Se encoge de hombros. — Solo te voy a coger mamita, no te preocupes. — Se me escapa una carcajada. — ¿Lo tomas?

DIGNO PECADO. (TP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora