CAPÍTULO 21.

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No logro pisar el primer escalón cuando Emilio me toma del brazo, pero me lo quitó de encima y subo las escaleras prácticamente corriendo. Necesito aire, necesito respirar. Ni siquiera sé cómo logró salir a la parte trasera de la casa.

— ¡No me pongas una puta mano encima Emilio o te juró que te vas a quedar solo con Emilio y Santiago como hijos! — Resopla.

— ¿Te das cuenta de la pendejada que hiciste? — Pongo los ojos en blanco.

— ¡Me importa una mierda! Fue quién asesino a mi mejor amigo. — Le grito. — ¡Y no se te ocurra ponerle una mano encima a sus hijas!

— ¿Qué aún no te queda claro que no nos metemos con las mujeres de las familias? — Me grita. — ¡Hiciste lo que tú misma me pediste no hacer! Lo golpeaste mamita. — Esta más tranquilo y lo comienzo a golpear más que frustrada. — ¡Cálmate! — Me inmoviliza sobre el césped del jardín.

• Papi dice que no te enojes y siempre te enojas. •

— Vaya carácter que tienes mamita. — Se mete entre mis piernas.

— ¿Qué harías si matarán a Camilo y sus hijos se quedarán sin su padre? ¡Ese hijo de puta fue lo que hizo! ¡Dejo sin su papá a un bebé de tan solo unos meses! — Resisto las ganas de llorar. — ¡Y es mi puta culpa que esté muerto!

— ¡Cálmate! — Puedo quitármelo de encima pero no tengo fuerzas. — Nadie te va a regresar a tu amigo, pero te doy mi palabra que te voy a ayudar.

Sigo sin saber por qué le creó, no entiendo por qué confío en su palabra. Una idea me cruza la mente y ni siquiera escucho lo que Emilio dice.

— ¿Me estás escuchando?

— Tengo una idea. — Frunce el ceño. — Vamos con Camilo. — Me lo quitó de encima.

Uno de los gorilas nos dice que Camilo subió a su habitación a darse una ducha y no pienso esperar. No voy a ver nada que no haya visto ya. Emilio intenta detenerme y maldice cuando subo las escaleras, pero me sigue.

— ¿Cuál es la habitación?

— Dos puertas después de la mía.

— ¿Qué haces aquí? — Me grita Camilo y se pone rápidamente una toalla en la cintura.

— No me jodas. Te he visto desnudo. — Pongo los ojos en blanco y se ríe. Acaba de salir de la ducha y yo entré al baño. — No es nada que no haya visto ya.

— ¿Tienen la fotografía de sus hijas? — Ambos fruncen el ceño.

— A ver mamita, me confundes.

— ¡Podemos buscar dos mujeres que se parezcan a ellas y fingir que están secuestradas! Así va a confesar.

— A ver guapa, ¿Pretendes que secuestremos a dos mujeres que no tienen nada que ver?

— Ni hablar. Mi abuelo nos va a cortar los huevos. — Suspiro exasperada.

— Estudio criminología. En una clase he hecho maquillaje que parecen golpes. Por supuesto que nadie las va a golpear y no van a ser sus hijas, el punto es que él crea que sí. No tienen que ser casi gemelas, se puede hacer el maquillaje más exagerado. Y con el temor que ya esta sintiendo, sumado al dolor de las descargas eléctricas que le dieron, no se va a dar cuenta si sus supuestas hijas, tienen un lunar de más o de menos. Si su cabello es más claro o mas oscuro. Son cosas que no vera detenidamente por el miedo y solo lo dará por hecho.

— Nuestra madre te amaría. — Frunzo el ceño. — Las mujeres inteligentes les encantan, y esa es una excelente idea, que a nadie se le había ocurrido antes. Solo es jugar aun más con su miedo. Me encanta.

DIGNO PECADO. (TP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora