CAPÍTULO 61.

42 1 0
                                    

No. No ahora.

Esto no puede estar pasando. No.

• Está pasando. Realmente está pasando. Está aquí. •

Sé que está pasando. Sé que no es un sueño. Sé que esta vez no fue mi estúpida mente traicionándome, esta vez no fue mi imaginación que lo hizo sentir real, porque realmente lo fue. Realmente lo es.

Las manos de Emilio en mi espalda fueron lo último que sentí, antes de solamente dejarme consumir por el torbellino de emociones, un agujero negro me comenzó a succionar y yo ya no pude luchar más. Las últimas horas, habían sido física y mentalmente agotadoras. Ya no tenía fuerza y solamente dejé de pelear. Cerré los ojos y confíe en que Emilio no iba a permitir que cayera.

No lo permitió.

Desperté desorientada, en la habitación que reconocí como la de Emilio. Él a mi lado izquierdo y un médico del otro lado tomando mi presión arterial. Escuché todo lo que el médico dijo, pero no entendí absolutamente nada. Me inyectó algo y solo volví a quedarme dormida, sin preguntar nada. Escuché a Emilio decirme que todo iba a estar bien, pero nada más. No recuerdo si le respondí o solamente asentí.

Permanecí veinticuatro horas dormida. Únicamente desperté una vez, cuando la necesidad de ir al baño fue mayor a los efectos del calmante que me fue administrado. Aún así, creó que ni siquiera desperté por completo. No recuerdo mucho de lo que hice mientras estuve "despierta". No sé si vi a Emilio o no.

— ¿Cómo te sientes? — Emilio acaricia mi frente y suspiro enfocando mi vista en él. Esta apoyado en su codo, mirándome fijamente y con la otra mano, toca mi rostro.

— Es real. ¿Verdad? — Asiente firmemente y las lágrimas que no fui capaz de derramar ayer, salen por sí solas como un río.

Emilio no dijo nada. Pasó su brazo por mi espalda, para llevarme a su pecho y dejarme llorar. ¿Por cuánto tiempo? No lo sé. El olor a su gel de baño llegaba a mi nariz, a pesar de sentirla irritada un rato después. Sus brazos no me soltaron en todo el tiempo que estuve literalmente escondida en su pecho. Por primera vez, no me importó que me viera rota, porque así es como me siento. Rota.

Por primera vez, acepté sin decirlo con palabras que ya no podía sola. Me cansé de ser fuerte, de pelear, de disparar, de golpear. Me cansé de las mentiras de papá. Me cansé de ser digna hija de Michael Küchle.

Volví a quedarme dormida, con sus brazos rodeándome.

Pero, desperté sola en la cama, aunque seguía oliendo a Emilio, lo que me indicó que no hace mucho tiempo que me había dejado sola. La habitación estaba en completa oscuridad, no sé si por las cortinas o porque la noche llegó.

Me puse de pie con mucha dificultad y las sienes palpitándome. En la mesita de noche encontré jugo de naranja, analgésicos y un croissant simple de jamón y queso. Me tomé el par de analgésicos y bebí la mitad del jugo de naranja, dejando de lado el croissant. Mi estómago aun no estaba listo para recibir algo sólido.

Me vi en el espejo, el rostro inflamado por las horas que estuve llorando, ojeras y la piel pálida, sin brillo. Una lágrima rodo por mi mejilla, pero la limpie rápidamente. Se acabó. No iba a darle una lágrima más.

Me di una larga ducha con agua caliente, me vestí y maquillé lo suficiente como para verme como la Marbella que todos conocen.

— ¡Bella! — Exclamaron a mi espalda y me tensé por un segundo, pero una sonrisa se dibujó en mi rostro de inmediato al reconocer la voz del pequeño Emilio. — ¡Ya despertaste! — Corrió hacía mí y me preparé para recibirlo.

DIGNO PECADO. (TP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora