Capítulo 3: Halovian

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Sunday estaba en la casa que compartía con su hermana. Le había dicho que pasaría la noche fuera y nada más. Regresó a la mañana siguiente, después de que compartiera una noche mágica con ese alfa.

No le importaba que todos dijeran que, en realidad, era un beta. Entre las sábanas de la cama ajena, él se sintió deseado, amado de verdad. Se habían dejado llevar por la lujuria, por lo que sus lados animal les podían hacer sentir, por el deseo acumulado en una vida de soledad, por las palabras que él mismo dijo cuando estaban en el casino y dejó que ese alfa hiciera lo que quisiera con él. Le encantó la manera en que le quitó la ropa, en que lo hizo sentir apreciado, en que le pidió permiso para cada cosa y se detuvo cuando le dijo que algo no le gustaba, pese a que tenía derecho de seguir adelante. Sobre todo, sabía que a su omega le encantaba la manera en que las feromonas de ese alfa lo envolvía, se hipnotizaba, se sentía dominado, lo hacían querer rogar que lo marcara y no lo dejara ir jamás.

Era la mejor decisión improvisada que había tomado. Apenas conoció a ese alfa dos semanas atrás y lo había visto un total de tres veces, pero ya sentía que lo conocía de toda la vida, que no podía vivir sin él.

—Sunday, ¿era necesario... eso?

Robin lo miró. Sabía que no se lo mencionaría de manera directa, pero podía distinguir lo que él sentía por su olor corporal. Agradecía que su hermana fuera considerada con sus palabras.

—Evité que Aven desfalcara el casino. ¿No fue eso lo que padre me pidió?

—Veo que ya le tienes un apodo —Robin se detuvo un instante antes de continuar. Sunday se mostraba tranquilo, casi hasta con euforia—. Pudiste hacer muchas cosas, ¿tenías que entregarte a ti mismo...?

Sunday sabía lo que ella quería decir, pero que lo demostrara en silencio no lo hacía menos hiriente. Sabía que el crupier había barajeado injustamente el mazo. Sabía que, si sacaba una carta más, le tocaría un 2. Sabía que el objetivo era que tocara un empate porque sabían que Aventurine pediría revancha y querían hacerlo perder todo en una segunda partida. El hombre tenía un largo historial de ludópata como para rendirse con un empate.

Sabía, desde que le propuso la "apuesta", que la iba a perder, pero eso era lo que deseaba. No había tomado la decisión desde su raciocinio sino desde la dependencia que su omega tenía por ese alfa y que había desarrollado con solo una mirada, aunque no se arrepentía. Había amado cada segundo de su noche juntos.

—El dinero que se llevó anoche no afectó las ganancias de la velada. Ayudó a que más personas se crean capaces de ganar una suma como esa y que vayan al casino a darnos su dinero. Es el mejor resultado para todos, ¿o padre no quería perder ni un centavo?

—¡No es eso!

Robin golpeó la mesa con su puño, lo que asustó un poco a Sunday. Jamás la había visto así de alterada, no importaba qué hiciera él.

—Lo siento... —murmuró cuando vio la reacción del menor—. Pero me preocupo por ti, Sundy.

—No tienes que pedirme perdón por quererme, Robin.

Robin miró hacia abajo. No quería arruinarle la ilusión de su primer romance, sobre todo después de que él entregara su virginidad, pero tenía derecho a saber la verdad. Por ello, sacó los documentos que su investigador había conseguido y los puso sobre la mesa.

—¿Sabías que él es un Avgin? O sus problemas de salud, su historia familiar, el contrato que firmó con la IPC, ¿siquiera sabes por qué todos lo perciben como beta?

Sunday tomó esos documentos. La verdad era que no sabía nada de ese alfa. No sabía qué le gustaba, su color preferido, su comida favorita, sus hobbies, qué solía vestir, dónde nació, qué amigos tenía, su pasado... solo tenía la certeza su nombre, que trabajaba para IPC y que esas feromonas lo volvían loco.

La Bendición de GaiathraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora