Capítulo 11: Parásito

155 17 8
                                    

A la mañana siguiente, Aventurine se sentía terriblemente mal.

Es decir, nada podía llenar el vacío en su pecho que apareció cuando se separó de Sunday y que crecía todos los días, pero estaba enfermo. Tal vez era porque no se tomó sus medicinas desde que fue dado de alta.

Bueno, realmente no le importaba. Con tal de que Ratio no lo cuidara, le daba igual. Sin embargo, odiaba a su omega que lo hacía querer refugiarse en los brazos de ese estúpido alfa hasta que se sintiera mejor. Odiaba su instinto sumiso, odiaba esa debilidad que demostraba por Ratio. Si fuera otro alfa, si su condición fuera diferente, seguro amaría sentirse así.

—Algo en ti huele diferente...

Se le había olvidado que estar enfermo podía hacer que las feromonas cambiaran, justo como pasó con Sunday. Vaya, otra manera de exhibir su carencia de cuidado personal.

—Tengo que llevarte al hospital.

Aventurine bufó. No quería ir. No era que le disgustaran los hospitales, sino que odiaba todo lo que hiciera que Ratio se preocupara más por él.

Quería quedarse en cama para dejarse consumir por esa sensación de náuseas y debilidad que nublaba todos sus sentidos hasta olvidar todos sus problemas, hasta olvidar incluso su nombre. También odiaba ahora ser "Aventurine Ratio". Sonaba horrible.

El hospital al que su alfa lo llevó era el que tenía mejor reputación en todo el país. Era el mismo al que lo había llevado cuando colapsó. Ahí, lo internaron, le dieron una cama más cómoda que la que tenía en su casa, le pusieron una intravenosa y esperaron órdenes del doctor.

Ratio se quedó junto a Aventurine. Quería, necesitaba abrazarlo, pero sabía que eso incomodaría a su omega, por lo que se limitó a tomarlo de la mano para acariciarla suavemente.

Se sintió como una eternidad hasta que entró por la puerta la doctora, era una alfa de nombre Bailu. Era la doctora familiar de Ratio y ahora también de Aventurine.

Dejó los papeles al pie de la cama, no los necesitaba.

—El mocoso no se ha estado tomando sus vitaminas, sus niveles de todo están peor que la vez pasada, sobre todo la B2, pero eso no es lo que lo hizo sentir mal hoy.

Aventurine se rio. Ahora había otro problema en su lista.

—¿Cuántos días me quedan?

—Hueles a omega preñado. Felicidades, supongo.

De manera inconsciente, llevó una mano a su vientre. ¿Preñado? ¿Había un parásito alimentándose de él? ¿Una posible vida dependía de sus decisiones? No podía ser. No, no, no. No quería formar una familia con Ratio.

Aborrecía la idea, pero no se resistió cuando su alfa lo abrazó. Su omega se sentía sumamente feliz y quería demostrárselo a su alfa, quería besarlo, quería compartir la felicidad con él, pero no hizo nada de eso cuando Ratio lo jaló a él y le inició a acariciar la espalda, solo le correspondió el abrazo.

—Te amo —susurró en su oído, pero para Aventurine eran mentiras.

Si lo amara, no lo hubiera obligado de esa manera a permanecer a su lado. Si realmente lo amara... nada de eso estaría pasando.

—Si no quieres que tu cachorro nazca enfermo, tienes que tomar todas las vitaminas que te receté. También sería bueno que fueras con un ginecólogo —Bailu dejó una hoja sobre el escritorio—. Te cambiaré de doctor al menos durante el embarazo, tu alfa podría rechazarte si huele feromonas de otro alfa en ti.

No dijo nada, no cuando sintió que el abrazo de Ratio se volvió posesivo.

—Te transferiré con Welt, él es un buen beta.

La Bendición de GaiathraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora