Capítulo 12: Más Doloroso que la Indiferencia

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Los primeros días, Ratio parecía respetar sus deseos, lo que hizo que se sintiera feliz y miserable a la vez. Era feliz porque no pasaba mucho tiempo con el alfa, pero miserable porque su omega le rogaba que le dejara ver lo débil que estaba para que cuidara de él.

Sin embargo, Ratio notó que la condición del omega no mejoraba, por lo que lo obligó a dormir a su lado. En solo una noche, Ratio había logrado que su omega se sintiera nuevamente a salvo. Repitió eso todos los días, lo que logró que a Aventurine le dieran el alta apenas dos semanas después de ser internado.

En ese tiempo, Aventurine pensó bien las cosas. Odiaba a su alfa y aborrecía la idea de tener un hijo suyo, pero el bebé que crecía en su vientre no tenía la culpa de nada. Era una vida nueva, ajena a los errores de sus progenitores. No quería que sufriera las consecuencias de su depresión, su ansiedad y su tristeza. Al menos eso era de su lado racional. Su omega amaba ese bebé más que a su propia vida.

Por ello, solo por el ser inocente que dependía de él para sobrevivir, fue que se propuso seguir las indicaciones de los médicos y ser honesto con su alfa. Se propuso que, si se sentía débil, si necesitaba sentirse seguro, si sentía que algo estaba mal, se lo diría a Ratio.

Pero proponérselo fue lo fácil. Parecía tarea imposible cuando veía a ese alfa frente suyo.

—Trabajaré desde casa unos días para cuidarte. Si necesitas algo, avísame.

Por una vez, realmente no le importaba por qué Ratio lo trataba así. No se sentía como una propuesta vacía, necesitaba creer que al alfa le importaba su bienestar.

Estiró su mano al alfa, sin embargo, se detuvo antes de tocar la ropa ajena.

—Lo haré.

Ratio miraba preocupado a Aventurine. Sabía que quería algo y entendía por qué fingía que todo estaba bien.

—¿Te sientes bien?

No se había sentido bien desde que se enlazó con él.

—No...

Los labios de Aventurine temblaban. Necesitó mucho coraje decir eso.

Ratio se sentó al lado de su omega, tomó su rostro por el mentón para que lo viera a los ojos y lo besó en la frente.

—¿Mejor?

—Un poco.

A Ratio le encantaba el cambio de actitud de su omega. Parecía que su omega iniciaba a confiar, a depender de él, a abrirse a él, aunque fuera a pasos pequeños, aunque no fuera porque realmente quisiera estar con él.

—Ven.

Ante la orden, Aventurine se enderezó un poco de la cama. Ratio lo jaló, lo abrazó y le acarició, de manera suave y lenta, la espalda. Aventurine odiaba esa necesidad intrínseca que tenía de aferrarse al alfa, pero no lo resistió. Se dejó llevar por su omega, correspondió el abrazo de su alfa para después apretar la ropa que tría entre sus manos.

Ese alfa le transmitía seguridad, tranquilidad, paz; como si todos los problemas que tenía hubieran desaparecido, como si todo estuviera correcto otra vez.

Ratio se dio cuenta de que su omega se quedó dormido, por lo que lo volvió a recostar antes de la habitación en silencio. Después, se dirigió a la que había decidido sería su oficina dentro de su casa, donde había una pareja esperándole.

—Creí que no querrían volver a verme después de nuestro trato.

—Yo quería eso... pero no puedo rechazar los deseos de mi alfa.

La Bendición de GaiathraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora