eighteen

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— Siento que no quieres ayudarme — Sabrina me miro con total inocencia

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— Siento que no quieres ayudarme — Sabrina me miro con total inocencia.

— No es que no quiera. — Cierro el grifo.

— ¿Por qué? — Sabrina se pone una mano en su pecho.

— ¿Te duele algo? — Saco la mano del agua con preocupación para llevarla a mi laboratorio.

— No. — Me toma de la mano y me jala con delicadeza — No es nada, métete conmigo.

— Sabrina — Dudo.

— Non sono più la tua principessa? — Sus ojos se cristalizan y maldigo negando.

— Claro que lo eres. — Me quito los zapatos y entro junto con mi traje.

— Yo no me baño con ropa. — Me observa fijamente y sonríe poniéndose arriba de mi comenzando a desabrochar mi saco haciéndome tragar grueso.

— Principessa — La tomo de la cintura cuando me deja desnudo de arriba y ella toma mi mano llevándola a su entrepierna soltando un gemido.

Siento el corazón en la garganta, ella solo sonríe y comienza a moverse adelante y atrás. — ¿Qué...? — ¿Qué le está sucediendo?

— Prendiamo un piccolo corvo... il mio re.

Suelto un gemido hundiendo dos dedos en su interior, ella jadea pero no borra su sonrisa después de tal provocación. Un cuervo. Un hijo. — ¡El lívido! — Me exalto y ella gime moviéndose más rápido.

— Estoy caliente. Demasiado, tengo mucho calor y entre más tiempo te veía delante de mi quería comerte. — Jadea en mis labios.

— No, Sabrina. — Ella me mira mal y corrijo de inmediato — Principessa, creo que no contemple la alteración en tus feromonas.

— ¿Y que tiene eso de malo? — Besa mi cuello y hago la cabeza hacia atrás soltando un suspiro. Siento su sonrisa y me manosea el pecho hasta bajar a mis pantalones los cuales desabrocha, alzo mi pelvis para dejar que lo baje llevándose mi bóxer. — Quiero un pequeño bebé.

— Principessa, no puedes...no podemos tener un hijo en plena desin...

— Hablas mucho, deberías estar atendiendo a tu mujer. — Saco mis dedos de su interior y la acomodo en mi erección adentrándola con brusquedad sacandole un gemido.

Se aferra a mi cabello y comienza a subir por mi longitud para después bajar con fuerza haciéndome gemir. Las embestidas son fuertes, certeras y rápidas. Nos comemos la boca y llevo mi otra mano a sus tetas dándole varios masajes que disfruta.

Ella se hace un poco más para arriba hundiendome para que llegue mi boca a sus tetas, le saco un gemido cuando la complazco pasando mi lengua por su pezón.

— ¡Más, más! — Grita y la sostengo de las caderas con fuerza para que no se resbale, me acomodo con ella aferrada a mi cuello para salir de la tina y llevarla a la cama comenzando embestir a mi mujer.

El precio del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora