EPÍLOGO

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Hora de muerte: 8:54 pm
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__¡Eri!, ¡Llegaremos tarde, date prisa!

Los rápidos y pequeños pasos resonaron por las escaleras, seguidos de las tranquilas y despreocupadas pisadas de Touya.

__¿Que tanto hacían?, es tarde.

__Jugábamos un videojuego que me regalo el tío Bakugo.

Miró al mayor quien simplemente le sonrió y tomó a la albina en brazos.

__No hay tiempos para regaños, ya vamos tarde- Tomó la mano del pecoso y comenzó a guiarlos hacia la entrada de su hogar- hoy te ves muy bien, lindura.

Rodó los ojos y abrió la puerta, dejando entrar la suave brisa primaveral y los calentitos rayos del sol.

__Papá siempre se ve bien.

__Lo sé, pulguita, pero especialmente hoy, se ve radiante.

__Ya, silencio, suban al auto o se nos hará más tarde.

Mientras Touya aseguraba a la pequeña Eri en el asiento trasero de su auto, Izuku cerraba la puerta teniendo como obstáculo su vientre de ocho meses de embarazo.

__¿Te ayudo?

Hizo un leve puchero antes de entregarle las llaves.

__Es difícil cerrar la puerta mientras Tenko sigue creciendo.

__Está bien, solo son unas semanas más, ese niño pronto estará en tus brazos y no pateando desde dentro.

>.....<

__¿La comida?

__Lista.

__¿Globos?

__Listos

__¿El anillo?

Denki se quedó callado, ¿Dónde había puesto el anillo?

__Dime por favor que me estas jodiendo.

__Eh...

__Denki, no jodas, están por llegar- Mina lo sangoloteo y ambos miraron a sus acompañantes- necesitamos encontrar ese anillo, la propuesta no puede arruinarse así.

Todos asintieron siguiendo las órdenes de la pelichicle, buscando hasta debajo de la más diminuta piedra.

Necesitaban encontrar el hermoso anillo para la propuesta de matrimonio que tendría lugar en ese hermoso parque, sabía que no había sido buena idea darle a guardar el anillo a Denki, era una estupidez.

El auto se estacionó en la entrada del parque y sintió la bilis irse directo a su garganta.

__¡Lo encontré!, estaba en mi bolsillo.

__Dame acá- arrebató el anillo de la mano contraria y les hizo una seña- a sus lugares.

Izuku y Dabi bajaron del auto y entre ambos ayudaron a la pequeña de cinco años a arreglar su vestido color vino.

CIEGAMENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora